Una sociedad sana no puede acostumbrarse al ingente número de fracasos matrimoniales y rupturas familiares que se están produciendo en España. No se trata de un problema religioso o de convicciones sobre el matrimonio, sino de salud pública: una nación sin familias estables está abocada al empobrecimiento colectivo, a la crisis demográfica, al abandono de los que no se valen por sí mismos, por razón de edad o de salud, y a la incapacidad de socializar correctamente a las nuevas generaciones.
Las causas del muy preocupante número de rupturas matrimoniales en nuestro país son muy variadas y complejas, pero hay una determinante cuya radicación depende en exclusiva de la voluntad política de nuestros gobernantes pues ellos la crearon arbitrariamente: la absoluta banalización del compromiso matrimonial a través del divorcio Express. Una ley que desprecia el compromiso matrimonial y protege sólo su ruptura y no su mantenimiento, genera inevitablemente una dinámica progresiva de rupturas matrimoniales, pues hace pedagogía del incumplimiento de los compromisos asumidos como la fórmula legal conveniente para afrontar cualquier vicisitud que surja constante del matrimonio.
Urge replantearse muy seriamente la vigente legislación sobre matrimonio y divorcio a fin de recuperar unos parámetros legales que incentiven la conciencia pública sobre la estabilidad del compromiso matrimonial como un bien social y personal digno de aprecio y protección.