Flint Lockwoods hizo un gran invento con su máquina que transformaba el agua en comida, pero la cosa quedó fuera de control, y tras solventar el problema la isla donde viven él y sus amigos quedó hecha un desastre. Por suerte el genial y visionario inventor Chester V., a quien Flint admira desde que era niño, se ofrece a reubicar a la gente en su ciudad, mientras hacen limpieza, y a él le ofrece trabajar en su empresa, The Live Corp. Company, que reúne a las mentes más privilegidas del planeta. Sin embargo, el descubrimiento de que el invento de Flint tiene curiosos efectos colaterales -los alimentos cobran vida convirtiéndose en comidanimales–, obliga a un retorno a la isla, siguiendo las instrucciones de Chester V., quien no parece del todo «trigo limpio».
Lluvia de albóndigas 2 tiene el hándicap propio de toda secuela, donde falta la sorpresa de la película original, cuyos directores, Phil Lord y Chris Miller, han sido sustituidos por los menos conocidos Cody Cameron y Kris Pearn, con experiencia en tareas varias del campo de la animación, y que aquí asumen la responsabilidad de ser realizadores principales.
Hay que reconocer que el nuevo film tiene menos chispa, y el guión resulta más simple y deslabazado, con cambios en la actitud de algunos personajes poco justificados, pelín caprichosos. De todos modos los híbridos de animales y alimentos dan pie a criaturas muy imaginativas, a los que tiene gracia ver en acción, aunque puede haber en este sentido un cierto exceso de «sobrealimentación», si se nos permite la broma. Se trata, en líneas generales, de una cinta entretenida, que anima a confiar en los amigos, sin dejarles nunca en la estacada, y a no idolatrar a aquellas personas a las que admiramos.