Se acaba de constituir en el Congreso de los Diputados la subcomisión encargada de poner las bases para elaborar la tan ansiada Ley de Educación, que esperemos sea fruto de un acuerdo entre todos los partidos políticos.
Los componentes de dicha subcomisión tienen la obligación, durante todo el proceso de elaboración de las bases del Pacto Educativo, de no olvidar que los padres son los primeros educadores de los hijos y que, por tanto, deben ser los primeros con los que deben trabajar para conocer realmente sus intereses.
Se pueden encontrar que, ante los avances tecnológicos, la celeridad a la que se producen las noticias, programas de ocio en las televisiones y en la calle, juegos electrónicos, la navegación por internet, etc., los padres están mucho más preocupados por la educación de su prole de lo que parece y que necesitan la ayuda de profesionales que colaboren con ellos. Por eso, tal vez, uno de los primeros objetivos de la Ley debe pasar por fomentar e impulsar la estrecha colaboración entre padres y profesores.
Tanto la Administración pública como las patronales educativas deberán estar atentas a las necesidades de las familias y consultar a los profesionales de la educación, maestros y profesores, la forma de poner en práctica los deseos de los padres.
Qué duda cabe de la importancia de la formación académica en nuestras jóvenes generaciones, tanto de las ciencias como las técnicas y las humanidades. Una juventud formada académicamente hará una sociedad fuerte y productiva que beneficiará a todos.
Sin embargo, no podemos olvidar la tan importante educación en valores como son el esfuerzo, la solidaridad, el compromiso o el trabajo, entre otros. En definitiva, el cultivo de las virtudes humanas que se desarrollan en la vida familiar para la formación integral de las personas debe tener seguimiento y continuidad en la escuela, donde los hijos pasan la mayor parte de su tiempo, para que tengan efecto en el tiempo.
Eso es educación y se puede conseguir con el desarrollo de una Ley en la que los primeros protagonistas sean las familias y los profesores, sus inquebrantables colaboradores.
Este es el momento de conseguirlo. Lo han repetido todos hasta la saciedad. Todos han hecho ver que es fundamental y de extrema importancia elaborar una Ley de Educación fruto de un pacto político que sirva para varias generaciones de españoles. Pero de poco serviría si los padres fueran los convidados de piedra en ese pacto.
Este es el momento en que nuestros legisladores deben olvidarse de sus ideologías y trabajar para que en España salgan de nuestras escuelas generaciones de jóvenes ilusionados con y por su futuro.
Es el momento de los padres y los profesores. Ahora o Nunca.