Desde el Vaticano, el cardenal Elio Sgreccia, Presidente emérito de la Academia Pontificia para la Vida, habló de «un acto de enorme gravedad, como lo es la guerra o la violencia contra las mujeres, ya que habla de una sociedad que ha perdido su humanidad, que es incapaz de compasión hacia los más vulnerables»
En una nueva declaración conjunta sobre los peligros de la eutanasia infantil, los líderes de las principales confesiones religiosas de Bélgica han mostrado su rechazo esta práctica, que tras el visto bueno por amplia mayoría en una Comisión del Senado, da un importante paso hacia su legalización. «Poner fin a la vida es un acto que no sólo mata, sino que poco a poco destruye los lazos que existen en nuestra sociedad, en nuestras familias, en las garras de un creciente individualismo», afirman en un comunicado el arzobispo de Bruselas y Presidente de la Conferencia Episcopal de Bélgica, monseñor André-Joseph Léonard; el Gran Rabino de Bruselas, Albert Guigui; Robert Innes, de la Iglesia Anglicana; Geert Lorein, del Sínodo Federal de las Iglesias protestantes y evangélicas; el Metropolitano ortodoxo Panteleimon Kontogiannis y Semsettin Ugurlu, Presidente del Ejecutivo de los musulmanes en Bélgica.
«Compartimos la angustia de los padres que tienen un niño que va a un final prematuro de la vida, sobre todo cuando están sufriendo», añade el mensaje, que deja claro el rechazo de las principales religiones del país al «ensañamiento terapéutico». No obstante, el texto recuerda que «la medicina tiene los medios» para mitigar el dolor. «No tenemos derecho a dejar que un niño sufra, porque el sufrimiento puede y debe ser mitigado», dicen los responsables religiosos. También es importante «acompañar a las sus familias y cuidadadores» de los pacientes, y si la enfermedad se los lleva, «acompañarlos con profundo afecto».
Hace sólo unas semanas, los líderes religiosos de Bélgica afirmaban en otro mensaje conjunto que «la eutanasia de las personas más frágiles es inhumana y destruye los fundamentos de nuestra sociedad»; y añadían que «es una negación de la dignidad de estas personas y las deja a la arbitrariedad de quien decide».
El proyecto de ley se lleva debatiendo dos años en el Senado belga, y pretende ampliar la ley de eutanasia a menores con enfermedades incurables, siempre que tengan «capacidad de discernimiento».
Desde el Vaticano el cardenal Elio Sgreccia, Presidente Emérito de la Academia Pontifiica para la Vida, denunció que este proyecto de ley «no sólo ofende gravemente la conciencia cristiana de muchos ciudadanos de Bélgica, sino los mismos derechos humanos». En una declaración publicada en la web de la fundación Ut Vitam habeant, que preside el cadenal, Sgreccia pidió una movilización de oraciones «para que los hombres y mujeres que van a decidir en Bélgica rectifican, por respeto «hacia estas frágiles vidas».
El proyecto de ley ofende «el derecho a la vida y el derecho a ser cuidado» de los niños enfermos, y es contrario a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, según el cardenal. «El abandono de los niños, de los enfermos mentales, los ancianos y legalización de la muerte programada es un salto en la degradación de la civilización. Es un acto de enorme gravedad, como lo es en la guerra o la violencia contra las mujeres, ya que habla de una sociedad que ha perdido su humanidad, que es incapaz de compasión hacia los más vulnerables».