En la próxima aprobación de la eutanasia para menores de edad en Bélgica se pone una vez más de manifiesto cómo, cuando se permite algún tipo de quiebra en la defensa de la vida, en poco tiempo la brecha se va ampliando y cada vez se aceptan con más normalidad nuevos atentados a la vida. Esa ha sido siempre la historia en todos los países de los procesos de legalización tanto del aborto como de la eutanasia.
Estos procesos siempre comienzan con la autorización de atentados a la vida en determinados casos más o menos extremos y poco a poco, la sociedad se va acostumbrando a esas prácticas y admitiendo cada vez con menor resistencia su práctica en situaciones menos extremas hasta llegar a la simple legalización que convierte el aborto o la eutanasia en auténticos derechos subjetivos.
Cuando se abre la puerta de la muerte un poco, ya no es posible cerrarla sino que se va abriendo más y más de forma progresiva. El deslizamiento hacia la cultura de la muerte sólo puede evitarse con una verdadera revolución cultural que recupere en la conciencia de la gente el respeto por la dignidad humana y el derecho a la vida. Ahora que España parece que va a comenzar a poner un cierto coto al aborto sería una terrible irresponsabilidad empezar a abrir la puerta a la eutanasia. Por eso hay que mantener con gran energía que frente a la eutanasia, Tolerancia Cero.