Son pocos los valores que consideramos innegociables, aquellos por cuya defensa vemos con claridad que merece la pena gastar tiempo, recursos y energía por muy dura que sea la empresa. En el Foro, éstos son la Familia, la Vida y la Libertad. Y en cuanto a la Libertad, en especial la de los padres a educar a sus hijos conforme a sus creencias y valores.
Esta semana hemos conocido una triste noticia relacionada con este tema. Un buen padre, implicado en la defensa de la mencionada libertad, ha sido sancionado, y puede que lo haya sido (afirmarlo categóricamente sería imprudente) por defender ante la opinión pública los derechos y libertades de todas las madres y padres sin excepción.
Vivimos en una sociedad donde el miedo alimenta la cobardía de quienes prefieren no asumir las consecuencias de decir lo que piensan. De quienes prefieren la comodidad del silencio a la libertad y responsabilidad de defender sus creencias bajo el precio que conlleve. El precio de apartarse del discurso único, de desencadenarse de lo políticamente correcto, quizá haya sido para esta persona el de poner en peligro su puesto de trabajo, curiosamente a manos de quienes pretenden defender lo mismo.
El miedo a perder posesiones, a ser señalado socialmente, a perder comodidad, en definitiva, está alimentando una sociedad cobarde y acomplejada. El miedo a defender una creencia demuestra que esa creencia no es innegociable para quien calla. Menos aún para aquellos que sacrifican al que da la cara por miedo a que les salpiquen las consecuencias.
En realidad, nada nuevo bajo el sol. Seguimos anclados en tiempos de Viriato, traicionado por sus compañeros para cobrar la recompensa de sus enemigos romanos, pensando salvar sus vidas y sus pueblos. Viriato cayó y Roma sometió y unificó a todas las tribus de la península, imponiendo como única su visión del mundo. Siglos después la historia se repite. Y no se engañen, el pago de los romanos actuales será el mismo que entonces.
Esperemos que en esta ocasión la reflexión y la altura de miras se impongan y se sepa dar marcha atrás, ahorrando muchos quebraderos de cabeza a la familia y a su entorno laboral y evitando el debilitamiento de la defensa de los valores en los que ambas partes coinciden.