La sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que prohíbe las patentes de embriones humanos, y de células embrionarias cuya obtención implique la destrucción del embrión, es un paso muy importante hacia la creación de una cultura jurídica comprometida con la vida humana. Es especialmente interesante esta sentencia por que el Tribunal, en lugar de hacer especulaciones teóricas y conceptuales sobre cuando hay vida humana y en consecuencia dignidad a proteger, asume las conclusiones de la ciencia al respecto, y por lo tanto, parte del dato de que a partir del momento de la concepción se origina un ser humano y su destrucción no es compatible con la dignidad humana.
Obviamente esta sentencia sólo afecta al aspecto concreto que se planteaba, es decir, la patentabilidad de técnicas o procedimientos referentes al embrión y sus células pero también es verdad que la sentencia refleja cómo los hechos y los datos científicos se van imponiendo, aunque sea lentamente, a los prejuicios ideológicos de la cultura de la muerte imperantes con tanta frecuencia aún hoy en las leyes sobre aborto y sobre experimentación con embriones.
Esta sentencia es todavía una gota de agua en el desierto pero permite vislumbrar un futuro en el cual la evidencia científica sobre el origen de la vida humana va a ir rompiendo los diques creados por la cultura de la muerte en las leyes europeas. En España habrá que plantearse en serio una modificación a fondo de la legislación vigente en la materia para profundizar en la línea marcada en el TJUE.