RIVADAVIA, martes 13 septiembre 2011 (ZENIT.org).- Hace menos de un mes nació en la localidad de La Bebida, Rivadavia, Argentina, un bebé de 3 kilogramos en perfecto estado de salud que se ha convertido en el más mimado de la familia y los vecinos. Su madre es una joven de 23 años con un 80% de incapacidad total y permanente. El bebé es fruto de una violación, lo que añade dramatismo a una historia en la que ha triunfado la vida.
“Este caso nos conmueve y nos muestra cómo la nueva vida fue sorteando obstáculos y encontrando su camino para finalmente llevar alegría no sólo a su humilde familia, sino también a toda una comunidad que ha acogido a este bebé con mucho cariño”, afirma la página web de la asociación Argentinos Alerta, que ha dado la noticia.
Al enterarse de la noticia del embarazo, la gente del barrio empezó a acercarse con ropa para el bebé y con ayuda para la joven mamá, muy querida en el vecindario.
“Son los frutos de la fuerza del amor. Aunque el hecho de la violación es lamentable, el bebé no tiene culpa alguna”, subraya esta asociación.
Se trataría, según la mayoría de las legislaciones actuales sobre el aborto de un caso de manual. En Argentina, el artículo 86 del Código Penal establece que “el aborto practicado por un médico diplomado con el consentimiento de la mujer encinta no es punible, si el embarazo proviene de una violación o de un atentado al pudor cometido sobre una mujer idiota o demente”.
Pero a este bebé la solidaridad y la fe en la vida le concedió crecer en el seno de su madre junto a su familia y así pudo evitar una sentencia de muerte.
Aún lamentando toda la violencia que implica una violación y esperando que la justicia actúe con prontitud para encontrar al culpable, la asociación considera ejemplar el cariño con el que su familia y la comunidad han acogido a este bebé.
La noticia del nacimiento fue publicada en el Diario de Cuyo, cuando el bebé tenía veinte días.
El bebé, dice el diario, ha generado un magnetismo particular. Todos (familia y vecinos) sonríen al verlo, todos quieren mimarlo, todos parecen agradecidos con su presencia.
“Quizá sea por verlo en brazos de su madre, una joven de 23 años con sonrisa imperturbable, que también conmueve porque es alguien especial: tal es su retraso madurativo que un neurólogo lo tradujo en un duro diagnóstico, ‘80% de incapacidad total y permanente‘”.
Hay sin embargo un lado dramático: el bebé, normal y sano, es fruto de un abuso sexual. Y el único sospechoso es un cuñado de la joven.
El drama se descubrió cuando la joven estaba embarazada de cinco meses. Su madre le preguntó y entonces la joven señaló a su propio cuñado. Esta había ido a casa de su hermana para ayudarla con los hijos y la casa, pues su minusvalía no le impide desempeñar bien las labores del hogar.
Al saber del abuso, se produjo una fractura en las relaciones familiares, aunque no hubo denuncia. La noticia sin embargo provocó una reacción muy distinta: la gente del barrio empezó a acercarse con ropa para el bebé y con ayuda para la joven mamá, muy querida en el vecindario.
Y en su propia casa reaccionaron de distinta manera: “Nosotros somos pobres. Yo cobro una pensión por los siete hijos, mi marido hace changas, mi hija de 18 años trabaja de empleada doméstica. Mi hija no tiene pensión por su discapacidad y nos hacen falta muchas cosas, pero al niño nunca le va a faltar nada. Con el muchacho verán lo que harán, porque no puede ser que un yerno me haya hecho eso’”, dice Hilda.
La madre de la joven minusválida denunció el caso cuando la novedad del nacimiento provocó el aviso de los médicos a las autoridades y se emprendió la investigación de rigor, pues legalmente se entiende que una persona con problemas madurativos jamás pudo consentir una relación sexual.
Legalmente, Hilda y su marido tienen la tutela del niño y la de su madre, que desde el nacimiento amamanta, cambia pañales y está siempre pendiente de la criatura.