Según se enturbia la vida pública nacional resulta cada vez más patente la necesidad de una regeneración ética que cambie y mejore el pulso vital de nuestro país. No cabe regeneración ética sin una defensa sin matices de la vida y de la dignidad humana. El aborto aparte de implicar siempre la destrucción de una vida, y de suponer algo terrible para la mujer, implica -cuando se legaliza y se banaliza en la conciencia colectiva- una asunción de que la violencia es un procedimiento legítimo para resolver problemas y de que la solidaridad entre las personas debe ser sustituida por el abandono público. Genera así la normalización pública del aborto profundas quiebras éticas en el derecho y la vida social que van más allá de lo que el aborto y cada vida en particular supone.
El lema de la manifestación del 22N, Cada Vida Importa, puede ser también un grito solidario a favor de la construcción de una sociedad, un sistema económico y un orden político sustentados en la consideración de la persona y el cuidado como los criterios esenciales de fundamentación de la vida social y política.
Quienes defienden la vida, defienden una sociedad comprometida con lo mejor, apoyan una ética del cuidado y la atención mutua y generan un clima social amable con lo mejor de lo que somos capaces.
Acudir a la manifestación del 22N no es sólo una manifestación de apoyo a la vida frente al aborto sino también una reivindicación del respeto a los valores éticos que pueden sustentar una sociedad justa donde se cree el clima moral que excluya la normalización de todo tipo de corrupciones. Una razón más para acudir a la manifestación del 22N.