Ya sabemos que es tiempo electoral y que, por tanto, es tiempo de promesas llamativas y búsqueda de titulares. Quizá sea el momento también, de recordar algunas promesas que en su momento se hicieron y no se cumplieron.
No queremos amargarle a nadie el rato que pueda estar pasando leyendo esto pero, ¿qué pasó con las políticas familiares? ¿Qué pasó con el tan cacareado Plan Nacional de Familia? ¿Dónde están las supuestas medidas que iban a igualar a las familias españolas con la media europea?
Baste un dato: para que una familia española reciba las mismas ayudas que una familia alemana con tres hijos, aquí tiene que tener dieciocho. Así, como suena, dieciocho. Nos parece que esto es estar muy lejos de las políticas familiares europeas.
¿Cuál puede ser el problema para que este abismo de diferencia no se cierre? Pues es simple: no existe un movimiento familiar fuerte que actúe verdaderamente como palanca para que los distintos gobiernos se comprometan de verdad a invertir en familia. España invierte el 1,38% del PIB en políticas familiares y Europa invierte el 2,55% de media.
Tantos años de confusión sobre lo que es la Familia, tantos años de llamar familia a lo que sólo es una relación de convivencia irrelevante socialmente, tantos años de denostar la maternidad y despreciar con el apelativo de “marujas” a aquellas mujeres que sólo quieren cuidar a los suyos en el hogar, tantos años confundiendo a la opinión pública con un asociacionismo ideológico, confuso y disolvente, nos pasan ahora factura.
Hace falta un movimiento familiar fuerte, capaz, formado y sin estridencias; alejado de ideologías y próximo a las necesidades reales de las familias. Nos hace falta mucha pedagogía para mostrar lo bueno y lo bello de la familia, y así ahogar tantas malas noticias y patologías de la familia con abundancia de bien.
Hace falta, en definitiva, hablar bien de las cosas buenas. Y la familia, los niños y la maternidad son algunas de esas cosas.
Por tanto, los nuevos tiempos que se avecinan, lejos de resultar para las familias desesperanzadores, deben ser tiempos oportunos para renovar los esfuerzos y para hacer visible la familia que funciona, la que genera riqueza, bienestar, equilibrio entre sus miembros, solidaridad con los mayores, los más pequeños y los más necesitados, responsabilidad en la educación de los hijos y abandono de todo egoísmo.
Pero este vuelco no es cosa de políticos. Es cosa de cada uno de nosotros y fruto de una reflexión profunda que puede y debe hacerse. No es una utopía, es una tarea que puede acometerse porque es mucho lo que nos jugamos. Nada más y nada menos que la felicidad de las familias y, con ella, la felicidad de toda la sociedad.