Hemos regresado al pasado. Ha sucedido en Alcalá de Henares. El milagro lo ha obrado, aunque parezca mentira, un grupo de individuos seguramente laicistas orgullosos, por su ideología lógicamente. Este grupo ha conseguido, además, otro milagro: ha resucitado a Franco. Bueno, al menos a alguna de sus prebendas. En efecto, han recuperado el privilegio de presentación de obispos. Han decidido quién puede y quién no puede ser obispo en Alcalá. Han decidido, incluso, dar instrucciones al Cardenal de Madrid. Ni Franco se hubiera atrevido a tanto. Por cierto, ahora ha sido en Alcalá, pero mañana puede ser en cualquier otro lugar en el que un obispo, un párroco o un simple catequista diga algo que no les guste o que no se ajuste a su catecismo ideológico por el motivo que sea (¿recuerdan a aquellos que no querían a “un tal Blázquez” en “sus” tierras?)
Este grupo de progresistas valerosos ha decidido vetar la presencia de Monseñor Reig en actos municipales. Con su actitud han desvelado, inconscientemente, sus hábitos totalitarios. Se han comportado como una perfecta policía del pensamiento: ellos deciden lo que está bien y lo que está mal, lo que se puede pensar, lo que se puede decir, lo que se debe creer. El Gran Hermano estaría orgulloso de sus epígonos. También el Gran Timonel y el Conducator, y todos los autoritarios que en el mundo han sido.
Estos catorce hombres con carnet de partido -¿hombres?-, mejor, sólo cargos públicos, sólo políticos, han conseguido al final señalar con el dedo acusador al malo de la película. Ellos son los buenos. Da igual que el acusado de “impiedad civil” no dijera exactamente lo que ellos dicen que dijo, ni lo dijera como ellos dicen que lo dijo, ni lo dijera con la intención con la que ellos dicen que lo dijo. Ellos se otorgan a sí mismos la razón. Tienen la fuerza del número y eso les basta. Lo han conseguido al segundo intento –quizá después de algunas presiones o tirones de orejas o cambalaches-, pero sino habrían repetido mil veces más. Han vencido, aunque no convenzan más que a los suyos, a los que les gusta que se lo den todo pensado, a los que les gusta más corear eslóganes –sobre todo sin son contra la Iglesia y sus representantes- que reflexionar. Son “arios” del pensamiento, guardianes de la ortodoxia de lo políticamente correcto, detentadores de un RH ideológico puro.¿Para qué queremos la verdad si ya tenemos nuestros prejuicios?
Han decido nombrar obispos. ¿Querrán recuperar también el palio? ¿Se pondrán a construir pantanos? ¡Ojalá! Por lo menos tendríamos agua almacenada y no les quedaría tiempo para atacar las libertades de los que no piensan como ellos y, encima, se atreven a decirlo, aunque sea con humildad y sin querer ofender a nadie.
Vicente Morro de Agustín
Foro Familia Valencia