Largometraje el espíritu gamberro y extremado, pero inteligente y elegante, de los mejores cartoons de los años 40 y 50. Esto se traduce en una animación muy expresiva, agilísima e impactante —aunque resulte más cuidada en sus diseños de personajes que en sus fondos—, y en un permanente tono hilarante, para niños y adultos, pero con certeras reflexiones sobre las relaciones paterno-filiales, la adolescencia, la mentira, el racismo, la amistad y hasta la familia numerosa.