Victor Frankenstein es un chaval apasionado por la ciencia gracias a las fantásticas clases del profesor Rzykruski, con unos padres estupendos, y un perro, Sparky, al que adora. Su afición a los experimentos le hace vivir en un mundo propio, de modo que tiene pocos amigos. Para fomentar su vida social, su padre le «sugiere» que se aficione al béisbol a cambio de darle el permiso para participar en la Feria de Ciencias, un pacto que va a tener funestas consecuencias cuando Sparky muere atropellado. El chico queda absolutamente desconsolado, hasta que inspirado por las clases de Rzykruski, Victor idea un plan para revivir a Sparky aprovechando las tormentas eléctricas habituales en su ciudad, New Holland. Tendrá éxito, pero pronto algunos compañeros querrán repetir su experimento.
En 1984 Tim Burton dirigió para Disney un cortometraje que tituló Frankenweenie, el mismo título de esta película, homenaje en clave infantil a la obra de «Frankenstein o el moderno Prometeo» de Mary Shelley y las subsiguientes adaptaciones cinematográficas, rodada en blanco y negro y con actores de carne hueso. Casi tres décadas después recupera y amplia la idea para la misma compañía, manteniendo el blanco y negro, pero filmando muñecos animados fotograma a fotograma por la técnica de stop-motion que vimos en Pesadilla antes de Navidad y La novia cadáver.
El resultado del nuevo Frankenweenie, no podía ser de otra manera, es una película muy burtoniana, con unos cuantos personajes, incluido el protagonista Victor, que cuadran con sus clásicos «patitos feos», gente creativa y diferente, a la que cuesta dar con su encaje en un mundo donde triunfa lo convencional. Se dirige, por supuesto, a un público familiar, pero el tono oscuro, los sustos y las bromas macabras acotan un poco el terreno. El film contiene un mensaje sencillo, «la ciencia no es buena ni mala, depende del uso que hagas de ella», y la apelación ha dejarse guiar por el amor a la hora de tomar decisiones, motivo noble frente a la simple satisfacción de los propios caprichos, destacar o ganar un concurso.
Con el guión que le ha escrito John August –responsable del libreto de Big Fish, por ejemplo–Frankenweenie amplía su lienzo, mostrando a los compañeros de clase de Victor, ideando una masa enloquecida que quiere matar al «monstruo» muy de Frankenstein, y trufando la película de homenajes al expresionismo, a Drácula, al cine de Alfred Hitchcock –Los pájaros y De entre los muertos (Vértigo) de modo muy claro– y a las películas de criaturas tipo Godzilla. Pero no arriesga demasiado –la consigna de no alejar al público familiar tiene un peso–, lo que se nota sobre todo en el final, que tiene una primera parte muy emotiva y arriesgada, pero que, paradojas, se malogra con una pirueta que reconduce las cosas a lo convencional. De modo que una idea interesante, la de subrayar que la muerte forma parte de la vida, se tiñe de cierta falta de nitidez.