En general, hay miedo al compromiso. No queremos líos, ni ataduras. Pensamos que la libertad consiste en hacer lo que nos apetece en cada momento, y un proyecto estable a largo plazo chirría con esta interpretación. Y no es necesario que sea tan a largo plazo, ya lo vemos hasta en la forma en que planificamos reuniones, aunque éstas sean con amigos para tomar algo al día siguiente: “me apetece, ya si eso me paso”. Cómo voy a confirmar que voy, no vaya a ser que entre medias me apetezca más otra cosa… si no me comprometo, no quedo mal con nadie y puedo hacer siempre lo que me apetezca más.
Lo que no se sospecha es que, funcionando así, sí se queda mal con alguien: con uno mismo. La diferencia entre una vida plena y otra vacía pasa por el nivel de compromiso. Lo mismo entre una vida coherente y otra sin rumbo. Entre una madura y otra infantil. Compromiso, según las dos primeras acepciones de la RAE, es ‘Obligación contraída’ y ‘Palabra dada’. A ambas les falta el final de la frase, que bien podría ser ‘con uno mismo’ y ‘a ti mismo’. Porque quien se compromete para con algo o alguien es la propia persona que lo decide, por medio de su voluntad, por encima de los eventuales sentimientos y apetencias futuras.
Por eso quien no se compromete con nada queda mal consigo mismo: porque se está definiendo ante el mundo como una persona que no es capaz de dominar sus impulsos por medio de su voluntad, como alguien que no descubre en la Vida nada que merezca la pena tanto como para luchar por ello asumiendo las dificultades que conlleve. Y lo primero es cuanto menos inmaduro, y cuanto más triste lo segundo.
Por supuesto que hay realidades que merecen la pena. Hay personas que merecen la pena. Hay trabajos que merecen la pena. Hay proyectos que merecen la pena. Nosotros mismos, cada uno, merecemos la pena. Hay ideales y valores que merecen la pena. Y si descubrimos a nuestro alrededor y en nosotros mismos estas realidades, descubriremos que sin esfuerzo y dedicación no las conseguiremos, descubriremos que el compromiso es necesario e indispensable para triunfar y hacer triunfar aquello que es bueno.
Es una paradoja, pero si la libertad consiste en descubrir lo bueno para escogerlo sobre lo malo, y si lo bueno requiere compromiso, resulta que a mayor compromiso, mayor libertad.
Sin duda, la Familia merece la pena. La tuya, la suya y la mía. Ése es nuestro compromiso en el Foro de la Familia, para así poder contribuir, sin lamentarnos porque no lo intentamos, a que vivamos en una sociedad donde se protejan, se promuevan y se defiendan los valores que nos definen: los valores de la Familia.