Los retos de la familia en España y en Europa – Conferencia de D. Benigno Blanco – Presidente del Foro de la Familia

por | Feb 24, 2015 | Noticias

D. Benigno dijo que la crisis que afecta hoy a numerosas familias -de unión, de fidelidad, de natalidad, etc- tiene una raíz más profunda: la crisis del sentido de identidad sobre la persona humana. Hoy bastantes personas no saben realmente qué son, cuál es su identidad más profunda en cuanto personas. Ignoran la dimensión trascendente de sus vidas, no saben que son imagen y semejanza de Dios, e hijos de Dios Padre. También por eso no conocen la dignidad de la persona humana, inherente a la naturaleza, y no distinguen -o les cuesta distinguir en cuestiones básicas, y particularmente en lo referente a la sexualidad- el bien y el mal, lo correcto y lo que va contra la verdad y el bien del hombre. Caen en un sentido trivial de la sexualidad, como si fuera un mero juego sin trascendencia ética, que les incapacita para amar, para la fidelidad, para el compromiso indisoluble del matrimonio y para la procreación responsable. De ahí también la escasa natalidad.

Benigno Blanco Presidente del Foro de la Familia

Este panorama nada deseable nos debe llevar a valorar más la necesidad de una antropología correcta, de la que se deriva un comportamiento ético coherente con la grandeza de la persona y el amor humano, capaces de vivir el “para siempre” del compromiso matrimonial y de estar responsablemente abiertos a la vida.

Se refirió D. Benigno a las dos posibles maneras de considerar el sentido del mundo y del hombre. Nosotros sabemos que el mundo tiene sentido porque procede de la razón divina que crea por amor, y puedo conocer ese sentido y saber qué es el ser humano, y lo que es bueno y malo para él. Otros no saben esto -a lo que la razón puede llegar por sí misma, y que la revelación nos confirma- y por tanto no les queda otra salida que pensar que en el origen de todo está el caos, la arbitrariedad, y les falta criterio para distinguir la verdad y el error, la bondad y la maldad de las cosas. Como decía Benedicto XVI, o creemos en una Razón suprema, que es Dios creador del mundo y del hombre, o tendremos que aceptar la irracionalidad, lo que deja al hombre sumido en la perplejidad y en la carencia de una finalidad de todo lo que existe.

Según el lado del que nos situemos -en una u otra de esas dos posibilidades- la sexualidad se entenderá también de una manera o de otra. Partiendo de la creación del hombre por Dios vemos que la persona humana es hombre o mujer. Por tanto la sexualidad nos define. Frivolizar sobre la sexualidad sería frivolizar sobre la persona. Y si somos cristianos sabemos que en el fondo no está solo la razón -lo que es razonable- sino Dios y por tanto el amor. Crear un ser humano es una gran muestra del amor de Dios por el hombre. La condición sexual de la persona, querida por Dios para la complementariedad del hombre y la mujer, se orienta a la unión corporal y a la procreación en el matrimonio. Y en el matrimonio cobra una nueva dimensión esa “imagen de Dios” en el hombre y en la mujer. Ambos son imagen en la comunión entre sí -decía San Juan Pablo II- de modo análogo a la comunión que se da Dios entre las tres Personas Divinas.

Los que parten de la irracionalidad miran al ser humano y no ven nada: solo un modo de obtener placer, pero al margen del compromiso y de la vida. El cuerpo del otro se mira de modo utilitarista, para conseguir placer, y por eso no saben qué es realmente el matrimonio ni aceptan que tenga que ser para siempre (San Juan Pablo II decía que el único modo adecuado de tratar a la persona es el amor; a la persona no se le puede “utilizar”).

Por esta raíz profunda que se debe conocer y vivir no bastan las leyes para afrontar los retos de la familia: hay que enseñar qué es el ser humano. Y luego es necesario un “habitat” adecuado para el niño, que es el ser que viene al mundo con una mayor inmadurez y necesita durante muchos años del cuidado de sus padres. De ahí la importancia capital de la familia.

Para mirar con optimismo el futuro, y no caer en una visión pesimista y negativa de los problemas que afectan a tantos, hay que creer en la libertad del ser humano. Porque somos libres siempre tenemos posibilidad de ser mejores, de cambiar. Nadie es “sus errores”, aunque viva inmerso en ellos. No somos “lo que nos apetece”, porque somos libres y podemos cambiar, aunque en materia sexual cueste, por los posibles malos hábitos adquiridos. Sabemos que somos algo “grande” -criaturas racionales, con entendimiento y voluntad, abiertos a la trascendencia e hijos de Dios- y siempre podemos avanzar en la madurez y perfección a la que toda persona debe tender. Educar es ayudar a ser mejor, y esta tarea es para toda la vida.

Para enseñar a otros es necesario utilizar “el poder de hablar”: hablar bien de las cosas buenas, y no mal de las malas. Por eso hay que formarse bien. Hoy algunos no entienden hasta lo evidente y es difícil explicar lo evidente, y por eso hay que formarse, estudiar, escuchar a los que saben…

Hay que saber explicar qué es el matrimonio y por qué la unión de dos personas del mismo sexo no puede ser un matrimonio. Hay que explicar el sentido del sexo: los padres tienen que saber explicarlo a sus hijos desde pequeñitos, antes de que sea tarde. Los niños deben tener una gran confianza en sus padres, en todo y también en esto; y los padres, con las palabras adecuadas a la edad de sus hijos, les dirán siempre la verdad (nada de “cigüeñas”). Educarles también en el uso de los medios que permite la informática: que sepan elegir lo bueno. Utilizar los “filtros” necesarios, que los adultos también necesitan, no solo los niños.

Terminó aludiendo a un pasaje de “El Señor de los anillos” en el que se elogia el valor de Frodo, que tiene encomendada una misión difícil, y aunque se ve sin condiciones para llevarla a cabo no se desanima y asume su responsabilidad. La tarea de nuestra, la de cada uno, es también difícil -cumplir el papel que nos corresponde en esta “gran historia” que es la historia de la humanidad, la historia de la Salvación- pero hay que ponerse a ello, y no nos faltará la ayuda de lo alto para llevarla a cabo.

Caballerodegracia

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