La pornografía ha cambiado. En la era de Internet es cada vez más accesible y extrema, y perjudica no solo a mujeres y niños inocentes, sino también a quienes la consumen.
Diversas pruebas han sido analizadas desde la óptica social, clínica, neurológica y moral. Han intervenido expertos de diferente perfil político y religioso, y sus conclusiones son patentes: su consumo es adictivo, exige acceder a imágenes cada vez más explícitas y violentas, y desgarra vidas, comunidades y el mismo amor. Daña por tanto la ecología moral de la sociedad y está en manos de sus ciudadanos solucionarlo.
James R. Stoner, Jr. (ed.) es catedrático de Ciencias Políticas en Louisiana State Univ.; Licenciado en Humanidades y doctor en Harvard; Profesor visitante del James Madison Program, en Princeton Univ. Ha trabajado en el National Council on the Humanities.
Donna M. Hughes (ed.) ostenta una cátedra en la Univ. de Rhode Island. Investigadora internacional en el ámbito del tráfico sexual en EEUU, Rusia, Ucrania y Corea. Por encargo del Consejo de Europa, investigó el uso de las nuevas tecnologías en el tráfico de mujeres y niñas. Es cofundadora de Citizens Against Trafficking.