Así sucede estos días en la autorización en Gran Bretaña de una nueva técnica que permitirá la creación de un embrión a partir de material genético procedente de dos óvulos de distintas mujeres.
Conviene recordar cuando hablamos de este tipo de técnicas, que hay varios valores en juego que no podemos olvidar. El más importante de todos ellos es que estas técnicas implican la destrucción de embriones humanos, algo siempre inadmisible sea cual sea la finalidad perseguida. Lo mismo sucede cuando se aplica la selección de embriones para descartar a los portadores de una u otra enfermedad y permitir sólo nacer a los que están sanos. El embrión humano es uno de nosotros y tiene el mismo derecho a la vida que cualquier otro ser humano; por tanto, no se le puede usar o destruir como fin o medio para ninguna causa por buena que ésta en sí misma sea.
Aparte de la destrucción de embriones, en estas técnicas de las que estamos hablando, también están en juego otros valores éticos de gran importancia como son el derecho ecológico de todo ser humano a ser concebido en el entorno de la relación amorosa entre sus padres y no en la frialdad de un laboratorio; el riesgo de manipulación del patrimonio genético de la humanidad con consecuencias hoy absolutamente imprevisibles, materia tan grave como para exigir una absoluta prudencia.
Por todos estos motivos, conviene no perderse en los detalles de una u otra técnica concreta y formular juicios éticos de fondo comprometidos, sin excepciones, con la defensa de la vida y la dignidad del ser humano desde sus inicios.