Aunque se mire para otro lado, el error seguirá existiendo. Con la verdad pasa lo mismo. Por mucho que se lo propongan, no se podrán cambiar.
Cualquier hecho es único y verdadero. Se puede opinar y diferir en cómo se ha llegado a ello. Se pueden tener opiniones, creencias, caracteres diferentes pero, por mucho que se quiera, la verdad sobre algo es única: es lo que es y no podrá ser otra cosa.
Llevamos varios años soportando, desde muchos colectivos, campañas queriendo hacer ver que todo es relativo y todo vale.
El matrimonio entre personas del mismo sexo, el derecho de las mujeres a abortar, el sexo (ahora llamado género) de los humanos no es con el que nacen, sino el que eligen después de unos años, el Estado como el educador de nuestros hijos, la parejas del mismo sexo pueden adoptar niños, se utilizan embriones humanos para investigar, existen vientres de alquiler.
Hemos perdido el norte. Vivimos de espalda a la realidad y aceptamos cualquier planteamiento hecho desde la ilógica y en contra de la naturaleza humana.
El matrimonio es la unión de un hombre y una mujer. El aborto no es un derecho de la mujer sino un crimen contra un ser inocente e indefenso. El hombre es hombre y la mujer, mujer y, gracias a Dios, con caracteres diferentes. Los educadores de los niños son los padres y el Estado debe poner los medios para que puedan educar desde sus propias convicciones sin ningún tipo de trabas. Todo ser humano tiene derecho a un padre y una madre. Es una aberración la investigación con embriones humanos. Se negocia alquilando vientres de mujeres para gestar embriones de otras fecundados por no se sabe quién. Se hacen niños a la carta.
Nuestra juventud se ha acostumbrado a ver como normal situaciones que son anómalas. La televisión, el cine, los medios de comunicación, muestran una sociedad en la que la familia empieza a ser algo extraño. Sin embargo, la familia ha sido el refugio para los más afectados por la crisis. En ella han sido acogidos, amparados y protegidos en los momentos de desazón e intranquilidad en que se hallaban por no encontrar solución para los graves problemas a los que tenían que enfrentarse.
La familia, donde el ser humano va desarrollando su propia personalidad, es y seguirá siendo, por mucho que se empeñen algunos en destruirla, el verdadero y auténtico fundamento para el desarrollo de la sociedad saludable y fuerte.