En los debates actuales sobre temas moralmente delicados como aborto o eutanasia un argumento clásico y repetido por los partidarios de legalizar esas prácticas es la apelación a la libertad.
El argumento suena así: si la madre libremente quiere abortar, esa decisión debe respetarse en un Estado democrático…; si el enfermo libremente y con madurez decide que quiere morir, cómo no respetar esa decisión, sería contradictorio con un régimen de libertades democráticas.
El argumento suena bien, pero es pura demagogia sin solvencia intelectual, pues la mera apelación a la libertad para justificar una conducta sirve para permitir cualquier cosa y por tanto no sirve para justificar ninguna en concreto. En efecto, si la mera existencia de libertad, es decir la ausencia de coacción, convirtiese en legítima y digna de respeto una conducta, entonces la violación sería respetable si el violador es consciente y libre en su decisión de violar; y lo mismo se puede decir de cualquier delito: si el delincuente es libre y consciente de lo que hace entonces su conducta sería digna de respeto. ¿Cómo condenar a un terrorista que lo es libre y conscientemente si la libertad en su actuar es el único criterio para juzgar?
Como la apelación a la libertad serviría para justificar cualquier atrocidad, no es legítimo utilizarla para justificar alguna en concreto y no las demás. Quien razona así, o engaña para manipular o no piensa con mucha coherencia. La libertad es el presupuesto, la condición sine qua non para poder juzgar la bondad o malacia de una conducta; pero siendo la condición imprescindible, no es condición suficiente.
Si no hay libertad no hay un verdadero acto humano y por tanto no se puede hacer a alguien responsable de sus hechos; si hay coacción, no hay conducta responsable. Pero no basta la libertad, la ausencia de coacción para declarar razonable y admisible –buena- una conducta; hace falta algo más. ¿Qué es este algo más? Que lo que se hace libremente sea objetivamente bueno. Quien usa su libertad para matar, hace libremente algo objetivamente malo y por lo tanto merece reproche. El criterio último no es la libertad, es la bondad o maldad de lo que se hace.
En materia de aborto o eutanasia el juicio moral o jurídico no puede basarse solo en si quien aborta o practica la eutanasia lo hace libremente (aunque esto es condición imprescindible para poder hacer un juicio sobre su actuar), sino en si lo que hace es respetuoso objetivamente con lo valioso o no; como el aborto o la eutanasia son objetivamente la eliminación violenta de algo valioso –una vida humana-, son actos objetivamente dignos de reproche por muy libre y conscientemente que hayan sido realizados. Como son objetivamente dignos de reproche los actos del terrorista, el violador o el ladrón por muy libre y conscientemente que hayan atentado, violado o robado.