Sigue la presión internacional sobre los países latinoamericanos para que incorporen, a sus legislaciones nacionales, la agenda política de género en materia de matrimonio y de supresión del derecho a la vida del no nacido. En el debate político y cultural generado en estos países al respecto, se intenta transmitir de forma continua que la aceptación de la agenda de género es inevitable por ser lo “moderno” y “lo progresista”.
Este planteamiento es profundamente falso y demagógico pues los postulados de genero en materia de concepción de la sexualidad, educación, matrimonio y aborto son una moda puntual, profundamente absurda en sus fundamentos antropológicos y que está siendo promovida de forma artificial por determinados poderes fácticos empeñados en sustituir la visión del hombre y de la sociedad inspirada en el humanismo cristiano, por una visión alternativa que excluye del horizonte una visión transcendente de la persona.
En España, también algunos pretenden eliminar el debate público sobre estas cuestiones dando por supuesto que los planteamientos de género son una conquista ya irrenunciable. Aceptar este prejuicio sería dar por perdida a priori la batalla que precisamente hay que dar: la defensa del hombre y de su carácter familiar, así como el respeto que merece todo ser humano por ser portador de una dignidad inderogable.
Hay en el ambiente una escandalosa intolerancia de los presuntamente tolerantes que quiere imponernos a todos, como condición sine qua non para el debate público, la previa aceptación de sus postulados ideológicos. Aceptar un debate en estos términos supondría renunciar a la libertad y a la defensa de la verdad sobre el ser humano.