Las noticias sobre muertes y suicidios de jóvenes adolescentes en nuestro país, que con triste cadencia se van sucediendo, vuelven a poner -una vez y otra- de actualidad la necesidad de replantearse el apoyo firme a la familia para que eduque responsablemente a los hijos transmitiéndoles el patrimonio moral e intelectual de la mejor tradición humanista de nuestra civilización, basado en una concepción objetiva del bien y de la virtud. Asimismo, la reflexión sobre la mejora de la educación en España debiera llevar al Ministerio de Educación a promover una reforma profundísima del sistema educativo para abandonar los principios fracasados de la antropología relativista y de la pedagogía comprensiva, y para reforzar la colaboración responsable de la escuela con la familia en la educación de los más jóvenes.
La viabilidad de España exige que todos nos tomemos en serio la educación de nuestros jóvenes, en un compromiso personal e ilusionante con lo mejor del ser humano, fortaleciendo y apoyando desde las administraciones públicas a las familias en su derecho y responsabilidad de educar a sus hijos, y creando un sistema educativo que no pretenda sustituir a la familia para imponer ideologías y sistemas pedagógicos fracasados y frustrantes sino para ponerse al servicio de la libertad constitucional de los padres de familia en materia de educación.