Diversas noticias de estos últimos días ponen de manifiesto cómo, a pesar de las proclamaciones teóricas habituales de apoyo a la conciliación, siguen creciendo en nuestra sociedad conductas y opiniones completamente contrarias a la maternidad y a la vida. Ejemplos como las declaraciones de Mónica de Oriol, la financiación por Apple y Facebook de la congelación de óvulos de sus empleadas para retrasar su maternidad, la condena a AENA por entrometerse en el derecho a ser madre de sus futuras empleadas o el cese de una funcionaria en el Ayuntamiento de Madrid por haber sido madre, por poner solo algunos ejemplos, ponen de manifiesto que avanza la mentalidad y la práctica contraria a la vida y a la maternidad.
Esto es así porque no se puede defender coherentemente políticas de apoyo a la maternidad si a la vez no se protege la vida humana como un bien. Hay una profunda contradicción entre decir que se defiende el derecho a la maternidad y considerar el aborto como un derecho. Si para las leyes o las personas la vida no tiene ningún valor no se puede decir coherentemente después que la maternidad es algo valioso y a respetar. Este fenómeno que se da en nuestra sociedad muestra como el aborto es profundamente machista y acaba destruyendo los fundamentos de cualquier política de apoyo al derecho de las mujeres a ser madres.
Todo ello ratifica una vez más el lema y el motivo de la manifestación del 22N: cada vida importa. Por la vida, la mujer y la maternidad.
El 22N defenderemos en las calles de Madrid a la vida y a la mujer, a la mujer y a la vida, porque no se puede defender a la una y atacar a la otra.