Con este libro los padres y educadores entenderán que los sentimientos nobles y las emociones sanas han de suscitarse. No se trata de una educación de la afectividad en el sentido rotundo del término; porque la afectividad en estricto sentido no se educa, sino que se estructura, se construye, se despliega, con múltiples modalidades, a partir de un ambiente dado, unas relaciones interpersonales, una específica forma de sentir, de percibir, de vivir. Tal vez así llegaremos a entender algún día por qué a unos se les pone la piel de gallina con un gol de su equipo favorito y a otros frente a un cuadro de Picasso o los acordes del himno nacional.