Múltiples medios de comunicación se han hecho eco de la noticia: científicos chinos producen por primera vez bebés modificados genéticamente. Según afirma He Jiankui, científico chino responsable de este hecho, su equipo ha conseguido obtener los primeros bebés modificados genéticamente desde su estado embrionario. Se trata de dos gemelas, Lulu y Nana, obtenidas por fecundación in vitro, cuyo genoma fue modificado tras la fecundación con la herramienta de edición genética CRISPR. El objetivo era hacer a las niñas resistentes al SIDA, puesto que su padre es portador del virus causante de esta enfermedad.
De momento, este caso no ha sido recogido en forma de artículo científico en ninguna revista, pero el genetista chino ha hecho el anuncio a través de un vídeo en Youtube. No obstante, las críticas por parte de la comunidad científica, no se han hecho esperar, con numerosas declaraciones por parte de científicos y bioeticistas de gran relevancia calificando los hechos de precipitados, irresponsables y contrarios a la ética, cuanto menos.
Ciertamente, desde el punto de vista ético, y también científico, el nacimiento de estas niñas supone un gran impacto, ya que sería la primera vez que la edición genética germinal (en gametos o embriones tempranos) da lugar al nacimiento de seres humanos. Cabe mencionar aquí la diferencia entre la edición genética somática y la edición genética germinal. En la primera, se modifica el genoma en individuos que ya han alcanzado un cierto grado de desarrollo, normalmente ya nacidos, aunque también puede realizarse en fetos intraútero. Esto impedirá que las modificaciones genéticas sean transmisibles a la descendencia o que se puedan producir aberraciones genéticas que trunquen o afecten gravemente el desarrollo del organismo. La edición genética germinal, por el contrario, implica que los cambios realizados pasarán de generación en generación, y conlleva serios riesgos de seguridad, ya que la acción de CRISPR todavía no está del todo bien controlada (ver AQUÍ) y nuestro conocimiento del genoma es limitado (ver AQUÍ). Así mismo, abre la puerta a la producción de los llamados “bebés de diseño”, en los que las modificaciones no se realizarían para curar una enfermedad, sino para obtener distintas “mejoras” en el bebé. Las implicaciones éticas de esta segunda posibilidad son, por tanto, de enorme gravedad. Por ello las experiencias de Jiankui han sido tan criticadas. Además, el caso de las gemelas se enmarcaría en el ámbito de la mejora, pues no padecían la enfermedad, de manera que lo que se ha hecho no es curarlas, sino dotarlas de un rasgo genético preventivo, lo que plantea inconvenientes éticos adicionales.
Por último, señalar que la edición genética de seres humanos lleva produciéndose más de tres años, desde que en abril de 2015 científicos, también chinos, anunciaran haber modificado el genoma de embriones humanos no viables (ver AQUÍ). Aunque en un principio estas experiencias también fueron ampliamente cuestionadas, pronto otros países se sumaron a estas investigaciones (como Inglaterra , o Estados Unidos), y ya no solo utilizando embriones inviables, sino también embriones sanos, perfectamente viables, que son destruidos intencionadamente a los pocos días tras la modificación de su genoma. Algunos son embriones sobrantes de tratamientos de fecundación in vitro, mientras que otros son producidos expresamente como sujetos de investigación (ver más). Por ello, lo ocurrido en China era de esperar, ya que constituye el siguiente paso lógico, aunque ciertamente es precipitado desde el punto de vista médico.
Nuestra valoración bioética
A nuestro juicio, el uso y destrucción de embriones humanos en investigación es moralmente inaceptable (ver estatuto biológico del embrión humano y estatuto antropológico). Si la edición genética germinal podría algún día ser segura basándonos solo en estudios con animales es algo incierto, pero ello no justifica el sacrificio de vidas humanas con este fin, máxime teniendo en cuenta que la modificación genética germinal no responde a las necesidades médicas de pacientes existentes, sino al deseo de los padres de concebir hijos, como mínimo, perfectamente sanos. Si bien este deseo es legítimo, los medios no se justifican por el fin, sino que deben ser justificados en sí mismos.
En conclusión, no existen las necesarias evidencias de seguridad para justificar el desarrollo de estas experiencias. No obstante, el avance técnico en este campo no debe sustentarse en la experimentación con embriones humanos, sino en modelos animales, aunque no existen garantías de que pueda alcanzarse un grado de seguridad suficiente en el futuro. Por otra parte, al margen de las cuestiones de seguridad, aparece el problema de la distinción entre terapia y mejora, abriéndose la puerta a la producción de bebés de diseño. Por último, es esta una práctica por el momento ineludiblemente asociada a la fecundación in vitro.
La puesta en marcha de intervenciones sobre el genoma humano embrionario que implican proyectos de mejora, diseño o selección, pueden ser un paso más para el desarrollo de los proyectos trans y posthumanistas, que constituyen, a nuestro juicio, el mayor ataque a la persona humana en este siglo XXI.
Lucía Gómez, miembro del Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia ha valorado bioéticamente en la 8 Mediterraneo la modificación genética de estos bebés.
Según la biotecnóloga, los riesgos de seguridad son imprevisibles, lo que se ve agravado por el hecho de que estas modificaciones se puedan transmitir a toda la descendencia de las niñas sin conocer realmente los efectos negativos que pueden tener.