Dado que la ministra de Sanidad y Asuntos Sociales ha anunciado un plan integral de apoyo a la familia vamos a apuntar algunas ideas que podrían incorporarse a ese plan.
El tratamiento fiscal a las familias es manifiestamente mejorable. No sólo por las deducciones fiscales que se puedan articular, sino por el reconocimiento mismo de la institución familiar que se ve fiscalmente minusvalorada con respecto a otras formas de convivencia, esto es, por ejemplo, eliminando la discriminación que supone para las familias con un solo perceptor de rentas -porque el cónyuge está en el paro, en excedencia o trabaja en el hogar-, pagar más impuestos que si los mismos ingresos procedieran de ambos. En cuanto a las deducciones por hijo, no sólo son insuficientes, si no que además tienen una caducidad en el tiempo que no se corresponde con la situación real de las familias hoy en día: los hijos permanecen en el hogar más allá de los 18 años y las familias tienen que seguir ayudándoles como si fueran menores o estuvieran estudiando.
En el caso específico de las familias numerosas, deberían articularse todas aquellas medidas de carácter económico que tengan en cuenta la realidad del día a día de estas familias: mayor consumo energético, mayor consumo de agua, necesidad de coches más grandes, viviendas más grandes, etc. Las tarifas de los diferentes servicios o los impuestos deberían estar en función del número de miembros de la unidad familiar. De esta manera serían mucho más justos con estas familias sobre cuyos hombros estamos cargando doblemente el peso de la crisis. No se trata por tanto de articular “ayudas” para estas familias, se trata nada más y nada menos que de actuar con justicia.
En resumen, en cuanto a fiscalidad, hay un amplio campo de mejora en el tratamiento de la familia.