Si hablamos de potencia mundial y progreso casi siempre, y casi todos, miramos al otro lado del Atlántico. En muchas ocasiones, en Occidente tenemos como referente lo que se hace o se deja de hacer en los Estados Unidos de América, pues lo asociamos a un avance.
Desde 1973, en EEUU, la sentencia “Roe versus Wade” estableció el aborto como un derecho en el primer trimestre de embarazo prohibiendo a los distintos estados cualquier limitación del aborto durante ese plazo pero, superado ese plazo, y dependiendo de los supuestos, cabe imponer restricciones o prohibiciones absolutas en esta materia. Sin embargo, desde 1976 el Gobierno no se responsabiliza de los gastos que supone un aborto.
En la actualidad, cuanto más se impulsa la “cultura de la muerte” en este país, mayor es la respuesta de la “cultura de la vida” llegando a una respuesta civil muy superior a la que cabría esperar. Tanto es así que, como escribe Juanjo Romero, casi la mitad del país es “extremadamente hostil al aborto”.
Muchos de los alcaldes y gobernantes norteamericanos, a pesar de no poder modificar la ley del aborto, pueden, dentro de sus competencias, impulsar iniciativas en defensa de la vida y que restrinjan el aborto. Y así lo están haciendo.
Según el informe anual del Instituto Guttmacher, entre 2010 y 2014 se han aprobado 231 nuevas leyes provida en distintos estados y, sólo en 2014, se han presentado 341 nuevos proyectos de ley.
En EEUU, de los 50 estados y distrito federal que conforman este país, 27 estados son “hostiles o extremadamente hostiles” al aborto, al igual que el 57% de las mujeres en edad fértil.
Está claro que, aunque la ley establezca que el aborto es un derecho en el primer trimestre, muchos de los gobernantes norteamericanos son defensores de la vida y así lo demuestran en sus gobiernos. La sociedad civil norteamericana sigue siendo un ejemplo de cómo, gracias a todas las iniciativas personales y asociativas, se pueden llegar a cambiar o modificar las leyes.