“Hola buenas, aquí un padre de la escuela pública, de tres hijos; y los tres van a centros públicos”. Así, sin demasiados circunloquios, empecé el vídeo sobre la libertad de enseñanza que me dio por grabar hace una semana, y cuyo alcance no podía imaginar cuando encendí la cámara de mi móvil metido en el trastero para no despertar a mi prole. La verdad es que no he cuantificado todas las visualizaciones que ha tenido el vídeo -ni ganas que tengo- pero sé que han sido cientos de miles. La grabación se ha hecho viral y es bastante probable que tú, que ahora estás leyendo esto, lo hayas visto por redes sociales o te lo hayan reenviado por WhatsApp.
¿Y por qué han cosechado tanto éxito las palabras de un anónimo padre de la escuela pública, que defiende algo tan elemental como el derecho de las familias a elegir la educación que quieren para sus hijos? La más obvia respuesta sería decir que por el gran eco mediático que a su vez tuvieron las palabras de la ministra Celaá, que afirmó sin despeinarse que el derecho a la elección de centro no emana de la Constitución. Sin su intervención, seguro que mi vídeo habría pasado sin pena ni gloria. Pero creo que hay otras cuestiones de fondo que merece la pena detallar, sin querer ser exhaustivo.
La primera es que, actualmente, los padres, con independencia del colegio al que llevemos a nuestros hijos, estamos involucrados en su educación. Por eso este tema ha ocupado y preocupado a tantas personas. Y eso es algo muy positivo: las familias estamos tomando cada vez más conciencia de nuestra responsabilidad como primeros responsables de la educación de nuestros hijos, y también del impacto social que tiene para el futuro de la sociedad la formación que reciban hoy nuestros pequeños. Hay algo en nosotros que nos anima a implicarnos en este terreno, a no hacer dejación de nuestra responsabilidad y a no escudarnos en el Estado, en el colegio concertado o en la institución educativa de turno. Y aunque parece casi una perogrullada, creo que es de celebrar que los padres tomemos conciencia (al menos en el plano teórico y en el debate público, porque la asistencia a las tutorías y a las reuniones que convocan las AMPAS no siempre lo reflejan de este modo) de que somos los primeros y más importantes educadores de nuestros hijos.
¿Razones o ideologías?
Las siguientes cuestiones que ha puesto de relevancia el vídeo no me producen tanta alegría. Por ejemplo, la constatación de que muchos defensores de la escuela pública lo que ansían, en realidad, es la escuela única. Sin libertad de elección, sin diferentes modelos. Y eso, en el mejor de los casos, es un error. (En el peor de los casos, es una maniobra consciente que responde a un pensamiento de tintes totalitarios, intolerante, sectario y enemigo de la convivencia).
¿Y por qué es un error? Porque la Constitución recoge en el mismo punto el derecho a la educación y la libertad de enseñanza, como dos caras de una misma moneda. Así, una red pública de calidad es imprescindible, justa y necesaria para garantizar el derecho a la educación. Pero sin diferentes modelos entre los que elegir en igualdad, no puede ser efectiva la libertad de enseñanza. Y esa libertad es un derecho fundamental recogido en la Constitución que nos corresponde como ciudadanos libres, como seres humanos, no es un regalo del Estado.
De hecho, si tenemos esa libertad en la educación es porque en la visión que subyace tras ese artículo está la conciencia de que los padres son los primeros educadores de sus hijos (justo lo que comentaba un poco más arriba), y que, por tanto, el Estado es subsidiario frente a las familias. Nadie puede anular el derecho de los padres a elegir en libertad la educación que queremos para sus hijos. No seamos ingenuos. Quienes piden el cierre o la asfixia de los colegios concertados lo hacen las más de las veces movidos por inquina ideológica contra quienes rigen esos colegios, que suelen ser confesionales. Y en esa inquina ciega, pasan por encima de los derechos de las familias. Esas voces no se escuchan a las salidas de los colegios, en las conversaciones de las familias. Porque quienes elegimos la pública tenemos familia, amigos o incluso otros hijos en colegios concertados o privados. Y convivimos felices y en armonía. Esas voces sectarias se escuchan, se jalean y se promueven desde grupos políticos, sindicatos ideologizados, medios de comunicación mercenarios o lobbys que sin disimulo quieren imponer su visión reducida y mesiánica a toda la sociedad.
¿Médico privado, escuela privada?
Algunos me han dicho: “La red escolar es como la red de centros de salud: el que quiera un médico privado, o un colegio privado, que se lo pague”. Y aquí vuelve a sonar la bocina del error: la Constitución recoge el derecho a la educación y el derecho a la protección de la salud. Pero no recoge una especie de “libertad de elección sanitaria”, mientras que sí recoge la libertad de enseñanza. Por eso sólo hay una red sanitaria financiada con fondos públicos: porque no tenemos esa “libertad” para elegir vinculada al derecho a la protección de la salud. Cosa que sí recoge la Constitución en el terreno educativo. Decir “el que quiera otro modelo educativo, que se lo pague” es profundamente clasista y discriminatorio, porque es como decir que sólo los ricos pueden tener libertad. Los que no tenemos esa capacidad económica, ¿no tenemos libertad?
La enseñanza única sólo se da en países donde hay un partido único, una prensa única, etc. O sea, en las dictaduras. Y que no me vengan con el modelo de Finlandia, porque allí lo que hay son centros íntegramente financiados por el Estado, aunque sean de iniciativa privada. En Finlandia no hay escuelas concertadas porque sólo hay centros públicos, entre los que se incluyen centros con diferentes modelos gestionados iniciativa privada. O sea, como si a los concertados aquí el Estado le diese por cada alumno lo mismo que otorga a la red pública (cosa que hoy no ocurre, por cierto). ¡Ojalá tuviésemos la escuela de Finlandia: de calidad, sin sectarismos, pionera en metodologías docentes de éxito, con diferentes modelos y gratuita!
¿Finlandia como ejemplo?
La última consideración que quiero expresa es que durante demasiado tiempo se ha tratado de enfrentar a la red pública con la red concertada “porque nos resta recursos”. ¿A quién? Los titulares del derecho a la educación no son los centros, ni el Estado, ni los profesores, sino los alumnos, o sea, las familias, ¡Nosotros! Porque los alumnos están bajo la tutela de los padres. Así que a quienes hay que dotar de recursos es a las familias, a través de los centros. Si, como hemos visto, para garantizar la libertad de enseñanza tiene que haber distintos modelos (que es como decir distintos tipos de centro con ideario propio), esos centros diferentes tienen que estar dotados de recursos suficientes. El régimen de conciertos no son las tablas de la ley y podría haber otros modelos de financiación como el cheque escolar; una íntegra financiación pública con gestión privada como en Finlandia, etc. Pero hoy por hoy, el régimen de conciertos funciona (aunque no esté bien financiado). ¿Por qué habría que privar a los padres de su libertad?
La educación en España tiene mucho que mejorar. Mucho. Pero eso no se puede lograr si no desideologizamos el debate educativo, si no permitimos que las familias sean las primeras educadoras, si no nos implicamos en la educación de nuestros hijos, si no dejamos de enfrentar a centros contra centros, a profesores contra profesores, y a familias contra familias. Nuestros hijos se merecen que libremos por ellos esta batalla por la libertad de enseñanza y por el derecho a una educación integral y de calidad. Hagámoslo por ellos.
José Antonio Méndez
Periodista