La Navidad es un recordatorio anual de que los seres humanos somos constitutivamente familiares, hasta el punto de que el mismo Dios cuando planificó la redención de la humanidad centró sus planes en una familia: la constituida por José y María de Nazareth y su hijo Jesús. Las representaciones tradicionales del belén nos muestran a una familia, una madre con su hijo y su marido, centrados completamente en el hecho que cataliza y da sentido al matrimonio y origina la familia: el nacimiento de un niño.
La historia de la familia de Belén es en gran medida como la historia de cualquier familia: trabajo, cariño, preocupación por los demás, dificultades, nacimientos y muertes…, y hasta el destierro y la emigración. Si la historia de la Sagrada Familia es, durante la mayor parte del tiempo, tan similar a la nuestra quiere decir que la vida de familia tiene un inmenso valor. En familia, hasta lo más cotidiano, si se hace con amor y por amor, adquiere un relieve y un valor inusitados.
Por debajo de los grandes acontecimientos de la historia, de lo que llena las páginas de los periódicos, de la política y las crisis, está la realidad de las familias que sustenta y da humanidad a la sociedad. Sin familias estables no hay sociedades fuertes; sin familias solidarias no hay justicia social; sin familias que trabajan, ahorran e invierten no hay crecimiento económico; sin familias que se abren a otras familias no hay sociedad política. La familia es clave de humanidad.
La Navidad nos recuerda que hacer familia merece la pena y es una aventura ilusionante y de gran eficacia para las personas implicadas y para la sociedad en su conjunto.
Feliz Navidad a todos