Editor: Francisco J. Contreras.
Autores varios.
Ortega y Gasset en su conocida obra La rebelión de las masas observa que «el mayor peligro que hoy amenaza a la civilización» es el Estado, pues éste lleva consigo, por su propio dinamismo, «la estatificación de la vida, el intervencionismo del Estado, la absorción de toda espontaneidad social por el Estado». Y cuyo «resultado último – observa- es una desmoralización radical».
Que históricamente existe una coincidencia entre el declinar de la familia y el auge y expansión del Estado es un hecho; y un hecho que no requiere una gran investigación si se considera la pretensión de un Estado moderno de cuidar de los ciudadanos «desde la cuna hasta la tumba», desplazando así a la familia de su rol social fundamental, el de la instancia primaria y básica de la solidaridad humana.
Y, sin embargo, la cuestión decisiva no es ésta, la cuestión decisiva es si el Estado puede actuar o no de otro modo al considerado por Ortega y Gasset, es decir, si el Estado no va a consistir necesariamente en una fuerza extractiva y desecadora de las fuentes de la vida, con su burocratización de las formas sociales naturales. Porque de ser así nada bueno puede esperar la familia del Estado, no siquiera cuando dice, e incluso quiere bienintencionadamente ayudarla.