Durante la semana pasada hemos asistido a un episodio más en el ya dilatado culebrón de los complejos de los políticos con la Ideología de Género. Una presidente de Comunidad se ha apresurado a incluir en la Cartera de Servicios Sanitarios, sí, esa que pagamos entre todos, la fecundación asistida para mujeres con o sin pareja que desean tener un hijo.
El problema, la cuestión fundamental, no es si es bueno o no un nacimiento, que por supuesto lo es. El problema es que el criterio empleado para dicha inclusión no es el poner un granito de arena en la solución del problema demográfico que nos acucia, sino el guiño que se quiere hacer a los colectivos de feministas radicales cuyo único objetivo es la desnaturalización de la mujer y con ella de la familia.
Esta misma presidenta ya ha amenazado con aprobar una Ley -como ya hicieron Extremadura (entonces del PP), Galicia (PP) y Cataluña-, en la que, con la tan manida excusa de la no discriminación “de minorías amenazadas”, léase LGTBI, pretenden imponer a toda la sociedad su pensamiento único con sanciones a los que piensen de diferente forma.
Se trata en realidad de amordazar a los que piensan de otra manera, o proponen una antropología distinta, para que sean relegados al ámbito privado y vean así mermada su libertad de expresión y pensamiento.
Y todo esto, además, a cambio de nada. ¿Alguien piensa que esta medida coercitiva va a proporcionar algún voto a la formación que la impone? Aquellos que aplauden la Ideología de Género y tratan de imponerla en todos los ámbitos de convivencia, nunca votarán a un partido conservador por muchos guiños progresistas que éste haga. Si se trata de jugar a los “progres”, ganan los “progres”. Mientras, durante el juego, la mayoría de la sociedad se verá atenazada por otra Ley más que restringe la libertad y asfixia cualquier disidencia a esta antropología impuesta y socialmente suicida.
Al final asistiremos, en un esfuerzo para “armonizar” la legislación automómica, a la imposición de una ley nacional, como ya intentó Zapatero en 2011, en la que el capricho de unos pocos se convierta en la mordaza de muchos.
Otra irresponsabilidad más y otra muestra más de la carencia de la visión de Estado que tienen nuestros políticos.