El pasado 23 de septiembre, tras su publicación el día anterior en el Boletín Oficial del Estado, entró en vigor la Ley Orgánica 11/2015, de 21 de septiembre, para reforzar la protección de las menores y mujeres con capacidad modificada judicialmente en la interrupción voluntaria del embarazo. Dicho de otra forma, y con más claridad, entró en vigor la mini-reforma de la ley del aborto impulsada por Aído y Zapatero y consagrada ahora por Rajoy y la inmensa mayoría de su partido. El 23 de septiembre se suma ya al 5 de julio y a larga lista de fechas negras en la historia de la lucha por la abolición del aborto.
¿Desánimo? No, nunca. Al contrario, ahora más que nunca hay que gritar con fuerza ¡viva la vida! Tristeza, desolación, rabia, impotencia, sí; desánimo, rendición, abandono, desesperanza, no. Seguiremos trabajando, con más ganas, con más ahínco, con más ánimo si cabe, en la tarea de defender la vida humana, más amenazada que nunca en nuestra historia. En efecto, esta mini-reforma, que incumple flagrantemente la promesa del Partido Popular a sus electores de reformar la legislación del aborto para “reforzar la protección del derecho a la vida”, viene a dar carta de naturaleza en nuestro ordenamiento jurídico al aborto libre.
El retoque en la legislación impulsada por Zapatero en la anterior legislatura en realidad no cambia nada. Lo grave no es que las menores aborten sin el consentimiento, ni siquiera el conocimiento, de sus padres; lo grave es que aborten. Con esta reforma cosmética se mantiene la concepción del aborto como supuesto derecho de la mujer, y sólo de ella, añadiendo una pequeña traba burocrática para un número estadísticamente irrelevante de casos. En el fondo, se cambia algo para que nada cambie. Además, debemos recordarlo, en la cuestión del aborto se ha instalado en la sociedad el fraude de ley: se incumple la norma, pero la sociedad, las Administraciones Públicas y la Justicia miran para otro lado. ¿Alguien está en condiciones de asegurar que ahora no seguirá siendo así? Obviamente no.
El Partido Popular ha intentado engañar a sus electores, pero no lo ha conseguido. Sí que lo ha hecho con la mayoría de sus militantes y cuadros, salvo un pequeño grupo de irreductibles.
Es verdad que en nuestra sociedad estamos viviendo tiempos convulsos, difíciles: crisis económica aún no resuelta del todo; crisis institucional y política que se agrava con nuevos factores y tensiones; hundimiento de nuestro sistema educativo, como se ha ocupado de recordarnos de nuevo hace unos días la OCDE; crisis humanitaria de los refugiados que demuestra la incapacidad, la cobardía y el egoísmo del mundo occidental. Pues siendo todo esto muy grave, lo peor sin duda es la banalización y normalización social del aborto, pues afecta al derecho humano esencial, primigenio, inicial, aquel que posibilita el ejercicio de todos los demás: sin el derecho a la vida nada es posible.
Se ha impuesto finalmente la lógica de la muerte frente a lógica de la vida. Se ha consagrado en el ordenamiento positivo el actual modelo abortista, pero otra sociedad es posible y por eso no vamos a caer en el desánimo. Al contrario, vamos a ser capaces de, con ilusión y hablando bien de las cosas buenas, trabajar para construir una sociedad amable con la vida. El debate no está zanjado, ni mucho menos: seguiremos luchando por la vida porque tenemos derechos y Derecho, razones y razón. La Justicia, aunque no el ordenamiento jurídico positivo, está de nuestro lado. La Ciencia, cada vez con más evidencias, está de nuestro lado. La Moral, pues nada hay más moral que defender al débil y al indefenso, está de nuestro lado.
Y, mientras tanto, el Tribunal Constitucional instalado en la inacción, en la incapacidad, y quizá hasta en el miedo a no acertar con lo políticamente correcto. Ni están ni se les espera a los señores Magistrados. Si llegan, lo harán tarde y mal, como tantas veces. Su retraso en dictar sentencia, junto con el incumplimiento de sus promesas por el Partido Popular, está siendo responsable de la pérdida de miles de vidas humanas, injusta e inhumanamente segadas de raíz.