Durante el año 2015 aumentaron en 420.300 el número de familias españolas que tenían a todos sus miembros activos trabajando y se redujeron en 209.700 las que no tenían a ningún miembro en la vida laboral. El dato es bueno, muy bueno, pero España necesita algo más, bastante más.
Necesitamos que el Estado dedique, para igualar a la media de los países de nuestro entorno, casi un 1% más de nuestro PIB a ayudas familiares, unos 12.000 millones de euros al año. La bajada del precio del petróleo ha hecho que el Estado se haya ahorrado 15.000 millones.
Necesitamos crecer: es necesario que nazcan más españoles, debe subir nuestra tasa de natalidad. Ayudaría no tener 100.000 abortos al año con ayudas reales a la maternidad.
Debemos conciliar, con generosidad de la administración y la iniciativa privada, la vida laboral y familiar.
España reclama desde hace muchos años una educación de calidad que alcanzaremos cuando haya auténtica libertad de elección por las familias y una estrecha colaboración entre padres y profesores.
Todo esto y más prometían nuestros grupos políticos antes de las elecciones del 20 de diciembre. Entonces nos deseamos buena suerte.
Sin embargo, parece imposible que las familias vean sus aspiraciones hechas realidad ante las actitudes egoístas y ambiciosas que los partidos están adoptando estos días. Es preciso que nuestros políticos, en lugar de obsesionarse por conseguir el poder, se impregnen de un gran espíritu de servicio y generosidad en su esfuerzo para intentar que España no se detenga, progrese y mejore su política de ayudas a las familias como prometieron.
Que este año pasado se haya reducido el paro en 678.200 personas es una buena noticia y las familias españolas, ante el enorme esfuerzo que han tenido que hacer para conseguirlo, necesitan volver a confiar en su clase política a la que exigen, cuarenta días después de las elecciones, que se esfuercen en lograr pronto un gobierno que represente a la mayoría de ellas para poder trabajar y vivir con ilusión.