Editorial: Espéliz Editores
Dicen los más prestigiosos educadores del mundo que la primera y fundamental condición que debe cumplir un educador, para dedicarse a esa profesión, es amar incondicionalmente a sus alumnos: hagan lo que hagan y me hagan lo que me hagan. No es permisividad, que es cobardía y falta de fe en ellos, sino mucho cariño y normas claras. Exigirles mucho, porque se les quiere mucho. El profesor Gil Cruces cumple admirablemente con esta condición.
Este libro, más cercano a El Profesor de Mc Court o Mal de escuela de Danniel Pennac que a las novelas de acción o románticas, será leído con gusto por muchos adolescentes y jóvenes que se reconocerán en él con su lenguaje directo y a veces agresivo, que se verán retratados con justicia y con cariño. Será leído con interés por muchos profesores: los que quieren y respetan a sus alumnos gozarán al ver que aciertan en su difícil trabajo; los que tienen miedo a sus alumnos, los que se sienten amenazados por ellos, verán que no es tan fiero el león como lo pintan y descubrirán la ternura y la vulnerabilidad de esos chicos y chicas que tienen una fachada dura pero sienten y piensan rectamente, con valores. El libro será leído por padres y madres capaces de reconocer citas y alusiones culturales y en él descubrirán que sus hijos, a veces tan esquivos y, al parecer, tan fríos, están gritando en el fondo su inmensa necesidad de cariño y de orientación en este laberinto oscuro que es el mundo.
Reseña de Manuel Segura Morales S.J., Departamento de Psicología Evolutiva y Educativa. Universidad de La Laguna