El pasado 22 de febrero, el Instituto de Estudios Bursátiles de Madrid acogió la presentación del libro La maternidad subrogada. Qué es y cuáles son las consecuencias, de la editorial Sekotia. Ante una amplia concurrencia, tres de los autores de la publicación: Nicolás Jouve de la Barreda (coordinador de la obra), Marta Albert Márquez y José Miguel Serrano Ruiz Calderón hicieron una exposición cercana y realista de lo que supone todo un proceso largo en tiempo y dinero. De hecho, hablamos de un negocio que es capaz de mover en un año más de dos millones de euros.
Un negocio con diferentes tarifas: No cuesta igual contratar una gestante según sea caucásica (más cara) o no caucásica, entonces entramos ya en precios low cost, tal cual lo definen las agencias de subrogación. También hay que reseñar que dichas agencias ofrecen pack de servicios que incluyen desde la búsqueda del vientre gestante, el proceso de fecundación de embriones, los tratamientos psicológicos para que la madre no cree vínculos afectivos con el feto y los viajes y estancias a los países de destino, que nunca coinciden con el de residencia de la madre.
En definitiva, un verdadero negocio alrededor del deseo de tener un hijo que se termina convirtiendo en un producto comercial al alcance de los que tiene dinero y justificado con argumentos sentimentalistas, lejos, muy lejos de la realidad de qué sucede con la madre y el hijo.
Nicolás Jouve, en su exposición sobre la maternidad y la familia, quiso llamar la atención sobre cómo esta ley “pretende desnaturalizar la familia olvidándonos de la gratuidad de los esposos como donantes y la acogida por amor de un hijo, no solo por el deseo y la posibilidad económica de comprarlo”.
Por su parte, Marta Albert señaló la mentira del propósito altruista argumentando sobre la imposibilidad de que nadie haría una cosa así por las consecuencias físicas de ser madre, las psicológicas afectivas que proporciona y porque los procesos son caros. En otro momento de su discurso hizo recaer en los asistentes la idea de “¿Saben ustedes que desde el esclavismo americano nuca jamás se había comerciado con personas? La ley es clara cuando habla de personas y cosas, y solo estas últimas son susceptibles de negociar”.
La doctora Albert quiso poner en comparación la maternidad subrogada con la adopción de hijos, y negó absolutamente tal parecido: “En la adopción de niños, todas la leyes están a favor y en defensa del hijo, en contraste con la maternidad subrogada que solo se protege la inversión de los padres concomitantes y las obligaciones de la madre gestante, mientras que el hijo ni se le tiene en cuenta”.
José Miguel Serrano Ruiz Calderón aseguró que este debate que se ha colado poco a poco y que llega a la sociedad como un mantra, sin hacer demasiado ruido, desde algunos famosos capaces de pagar estas cantidades de dinero y con motivos tan dulzones como sentimentales, es un atribución más que demuestra que el sentido político de nuestros días está lejos de la sociedad y que la motivación de propiciar esta ley no es otra que la de avanzar hacia un mundo cada vez menos humano. “Considerar un derecho trabajar para gestar hijos de otros es tan falso como decir que los niños pidieran el derecho a trabajar. Nunca ha sido así, sino que han sido otros los que se han aprovechado de esas personas en situación de necesidad para explotarlos y nunca esa explotación ha sido considerada un derecho”.
A final de las exposiciones de los ponentes, se inició un concurso de preguntas, una muy interesante, propiciada por una joven que defendía el derecho a la voluntad y uso de su cuerpo (curiosamente, la misma argumentación para el aborto). “Considerar la maternidad subrogada, de modo que la mujer no se encuentre que es una indigna o en una esclavitud, es el mismo argumentario que se utiliza para justificar la prostitución, cuando la prostituta dice que lo hace libremente”, respondió de Marta Albert.
Otra de las preguntas que se realizaron fue sobre las garantías técnicas y el avance de la ciencia, que de alguna forma avalaban la posibilidad de llegar a hacerlo sin una madre real. Nicolás de Jóuve respondió con claridad: “Que nadie piense que dentro de poco la ciencia y la técnica conseguirán poder hacer hijos sin que haya consecuencias inmorales como la congelación de embriones o su eliminación. No van a existir incubadoras a las que se pueda meter un gameto y a los 9 meses de un niño”.