Camino a la escuela

por | Feb 5, 2015 | Noticias

cartel_camino_escuela_HQ-212x300 Con un montaje adecuado al tempo de la historia, el documental se nos hace muy fácil de ver; no se hace lento en ningún momento ni progresa demasiado rápido para asimilar lo que el director nos quiere transmitir. Y es precisamente lo que esta historia nos narra lo que hace de este documental una obra de obligado visionado.

Desde el primer minuto, este excepcional documental no deja de sorprendernos. La historia de cuatro niños que viven en remotos parajes, en las periferias de este mundo y que desde su pequeñez y su humildad, nos dan una impagable lección.

Jackson, junto a su hermana Salomé, recorre cada día una distancia de quince kilómetros desde su casa a su escuela intentando sortear a peligrosos animales salvajes como los elefantes. Carlitos recorre cada día 18 kilómetros a caballo junto con su hermana menor Micaela a través de los Andes. Zahira, junto con sus dos amigas Zines y Noura, debe afrontar la discriminación que se padece por parte de los que no creen que las niñas deban ir a la escuela y cada domingo recorren 22 kilómetros para llegar desde su casa hasta la escuela, donde residen entre semana. Samuel es un niño discapacitado que necesita una silla de ruedas para moverse. Cada día, arrastrado por sus dos hermanos pequeños, deben recorrer 4 kilómetros a través de caminos totalmente complicados para una destartalada silla de ruedas empujada por dos pequeños.

Todos ellos se enfrentan a muchas dificultades para acceder a la educación: distancia, discriminación, discapacidad… Y todos tienen en común dos cosas: la pasión por aprender y la conciencia de que su educación es un factor indispensable para su desarrollo. El modo que tienen de servir y cambiar el mundo pasa por acoger y afrontar sus propias circunstancias. Y así, con unos rostros que nos muestran un enorme deseo por seguir aprendiendo, cada día viven una odisea llena de obstáculos para llegar puntuales a la escuela.

Camino a la escuela nos muestra una extraordinaria humanidad de estos niños que viven intensa y apasionadamente lo que tienen con el deseo de aprovechar la oportunidad de poder estudiar para, en un futuro, ayudar a sus familias y a sus pueblos.

¿Qué hace que estos niños vivan la educación con esta pasión? ¿Por qué nosotros, que lo tenemos tan fácil y lo damos por supuesto, no afrontamos así nuestra propia vocación? Urge responder estas preguntas. Ojalá pudiéramos vivir los estudios y otros aspectos de la vida con la mitad de conciencia que tienen estos niños.

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