La aprobación en Bélgica de una nueva legislación que permite la eutanasia de menores de edad, es una demostración más de que cuando se admiten excepciones a la protección de la vida, se entra en un plano deslizante que no tiene límite. La experiencia de los países que han permitido en unos u otros casos el aborto o la eutanasia, es siempre la misma: se empieza por autorizar el ataque a la vida en algunos presuntos casos extremos y, poco a poco, se va permitiendo en cada vez más casos y supuestos, pues la sociedad se va desarmando moral y jurídicamente para defender la vida.
La experiencia de la eutanasia tanto en Holanda como en Bélgica es la de una progresiva vanalización de su práctica, que lleva a admitir progresivamente tanto la voluntaria como la involuntaria, la consentida como la inconsentida, y en cada vez más supuestos, hasta llegar a situaciones en las que no hay ya límite alguno a la eutanasia legal.
Lo que está sucediendo en Bélgica, ahora con la eutanasia de los menores de edad -incluso con la eutanasia del recién nacido-, constituye un argumento de hecho para exigir tolerancia cero frente a la eutanasia. Cuando se admite que un médico puede acabar con la vida de una persona en un sólo caso ya, se está abriendo la puerta a que a medio o largo plazo se admita cualquier caso de eutanasia.
En España, los partidarios de la eutanasia siguen presentando -en determinados medios de comunicación, con periódica frecuencia-, historias de dolor manipuladas al servicio de la causa de la legalización de la eutanasia. Esta carencia quiere preparar el terreno para una legislación que abra la puerta a las prácticas eutanásicas como quiso hacer el proyecto de Ley que no llegó a aprobarse en la pasada legislatura por la disolución anticipada de las cortes.
Aprendamos del fracaso de Bélgica y Holanda, y exijamos que España no admita nunca ninguna ley legitimadora de la eutanasia en ningún caso o supuesto.