Las noticias que nos llegan continuamente sobre el que ya se puede calificar como intento genocida contra los cristianos en distintos países del Oriente Medio y África, como Irak, Siria, Nigeria y otros, deben despertar en nosotros un sentimiento de solidaridad y una activa preocupación por coadyuvar a acabar con las circunstancias que originan y posibilitan esas matanzas y persecuciones. Acostumbrarnos a leer esas noticias sin reaccionar sería una irresponsabilidad moral total, pues son los gobiernos de los países ricos del primer mundo quienes podrían actuar con seriedad para acabar con ese genocidio y lo que hacen o dejan de hacer estos gobiernos es también nuestra responsabilidad pues se trata de los gobernantes de nuestros países.
Debemos reflexionar en serio sobre qué podemos hacer para que en España, Europa y todo el mundo, se cree una opinión pública y se suscite una exigencia seria a los gobernantes para que se articulen medidas y se adopten decisiones que pongan coto a la violencia genocida desatada contra los cristianos. No podemos consentir que el mundo occidental se limite a hacer condenas protocolarias y rituales sin implicarse de verdad en la resolución de este problema. Si se organizan coaliciones internacionales e intervenciones humanitarias cuando el trasfondo es puramente económico (háblese de petróleo o de gas), con más motivo debe ponerse en marcha la solidaridad internacional y la intervención humanitaria cuando lo que está en juego son vidas humanas y la libertad religiosa.
Los que mueren son personas que son asesinadas por la única razón de profesar la religión cristiana; se trata de familias enteras, de pueblos enteros que son masacrados de manera sistemática en un intento de imponer una única visión de la religión en toda esa área del mundo.
Por eso, todos los defensores de la vida, de la familia y de la libertad en el mundo, debemos levantar nuestra voz para que se ponga fin, de forma decidida, a este terrible episodio de violencia que no hace más que crecer y extenderse en determinadas zonas de nuestro planeta muy cercanas a nosotros.
El Gobierno de España y los del resto de países de la UE deben movilizar a la opinión pública y a las instituciones internacionales para implicar a todo el mundo en la neutralización de los genocidas. Es una responsabilidad ineludible activar mecanismos de intervención humanitaria para poner fin a esta lacra de nuestros tiempos. Todos podemos colaborar en crear el clima de opinión que obligue a nuestros Gobiernos y a las instituciones y organismos internacionales a no seguir inhibiéndose irresponsablemente ante esta tragedia.