La iglesia católica celebra estos días en Milán la Jornada Mundial de la Familia, evento que pone de manifiesto, una vez más, como la Iglesia -y en particular el Papa-, es la voz que defiende de forma más coherente y constante el matrimonio y la familia en estos comienzos del siglo XXI. Todos los que vivimos en familia y nos preocupamos por ella debemos agradecer al Papa y a la Iglesia su compromiso valiente y activo con la institución familiar.
En esta época, en la cual mucha gente ha perdido las claves intelectuales para apreciar la familia, y muchísimas personas fracasan en el intento de hacer familia, que una voz tan autorizada moralmente como la del Papa no deje una vez y otra de recordar las maravillas de la familia es muy de agradecer, pues supone un valladar de la máxima relevancia frente a las tendencias destructivas de la familia que se van extendiendo por todo el mundo y en especial en Europa.
Aunque muchos no lo sepan, el mundo necesita más familia y si hubiese más familias estables y fuertes habría más felicidad personal, más justicia social y solidaridad entre las personas, menos miedo al futuro y más aprecio a la vida en todas sus manifestaciones.
Los católicos pueden sentirse muy orgullosos de que su Iglesia ame a la familia, de razón de su bondad, eficacia y la defienda frente a los ataques ideológicos que hoy recibe. Con esta firme defensa de la familia la Iglesia católica da prueba, una vez más, de que es verdadera maestra de humanidad.