Que un joven de 24 años dedique sus tardes a cuidar a un niño de 10 con parálisis cerebral no es algo demasiado común, sobre todo teniendo en cuenta que lo hace de forma altruista. Pero para él, que se llama Borja, no sólo no supone ningún sacrificio, sino que es una fuente de alegría y felicidad.
Gonzalo tiene sólo 10 años y vive en una silla de ruedas desde que nació. Como relata su padre, David… a El Confidencial, Gonzalo sufre parálisis cerebral por complicaciones en el embarazo, pero sólo le afecta al sistema motor. No puede moverse y casi ni hablar, pero “es un niño alegre y muy cariñoso al que le encanta divertirse, cocinar, componer música o lo que toque”.
Borja va cada tarde a su casa y mientras lo lleva de paseo por el barrio, le cuenta “sus historias”. Al niño le cuesta mucho hablar, “pero me entiende perfectamente”, asegura Borja. Conocer a Gonzalo y poder atenderle ha sido “todo un regalo” para este joven que, tras atravesar una época difícil y problemática y estudiar cocina, no terminaba de encontrar un rumbo en la vida. Entonces acudió a David, que además de ser el padre de Gonzalo fue el orientador de Borja, y éste le abrió una puerta que el joven cruzó ilusionado.
Se puso a estudiar Ciencias de la Familia en la Universidad Benito Lomo Clemente y de ahí paso a cuidar a Gonzalo todas las tardes. Además de pasear, juntos meriendan, ven dibujos animados o cocinan. “En este tipo de relaciones tiene que haber mucho feeling entre el monitor y el niño, y entre ellos lo hay”, cuenta orgulloso David, que asegura que Gonzalo “se emociona” cuando le dicen que viene Borja.
El monitor corrobora esa sensación: “Gonzalo es un chaval que te lo hace todo muy fácil, es muy risueño”, relata. Para Borja pasar las tardes con el niño es una terapia en sí misma, una práctica que le ayuda a darse cuenta “de lo que realmente es importante” y que le hace crecer como persona.
“Al principio me daba un poco de miedo, sobre todo porque era el hijo de mi antiguo orientador, pero me he dado cuenta de que pasar las tardes con Gonzalo me hace feliz”, reconoce Borja, que asegura que lo que le “mueve” es el hecho de “ayudar a gente que lo necesita”, una motivación que “no se encuentra en otros trabajos”.
Por eso considera que todo el mundo debería hacer algo parecido y volcar parte de sus energías en ayudar a otras personas, “porque eso es mucho más que hacer algo bueno, con esto creces”.
Y, de paso, también crece quien recibe la ayuda. Gonzalo no va a poder andar por el hecho de que Borja le cuide todas las tardes pero sí es por eso más feliz. También lo son muchos otros niños que trabajan con la Fundación Gonzalo y gracias a ella reciben asistencia y ayuda. David se decidió a crear esta Fundación para poder ayudar a las familias que se encuentran en su situación, porque aunque él ya tenía experiencia trabajando con discapacitados, se dio cuenta de nuevas necesidades cuando llegó Gonzalo. “Tuvimos que cambiarnos de barrio, vivíamos en uno con muchas cuestas, y vi que, por ejemplo, un viejecito no es capaz de empujar estas sillas de ruedas, las familias necesitan muchos tipos de ayuda”, explica. De momento, a él le ayuda Borja que, a la vez, se ayuda a sí mismo