Un deseo de muchos trabajadores es lograr compatibilizar la vida personal, familiar, y la laboral. Si las empresas se involucran con su personal para lograr este objetivo los resultados serán muy satisfactorios para ambas partes.
Para integrar familia y trabajo hay que plantearse un desarrollo armónico de la persona donde puede asumir sus responsabilidades profesionales y familiares sin que ninguno de los dos ámbitos se vea afectado por el otro.
Es cierto que esta integración es una decisión personal, pero el ámbito laboral puede apoyar y acompañar al trabajador en esta decisión facilitando que pueda hacerse cargo de sus responsabilidades familiares, generando el ambiente propicio para ello sin que el trabajador se sienta culpable o presionado.
La familia prepara para el ámbito laboral
Los padres son como coaches (entrenadores) que instruyen y acompañan a sus hijos para conseguir cumplir metas y desarrollar habilidades específicas personales. En la familia aprendemos a tener valores y creencias, desarrollamos el autoconocimiento y la autoestima, a crear vínculos y a alcanzar alianzas, a comunicarnos y empatizar, a gestionar los conflictos y solucionar las diferencias. Utilizamos las herramientas de la inteligencia emocional, la comunicación, la planificación, fijar metas, etc.
En la familia conocen nuestras debilidades y fortalezas, nos enseñan lo que esta bien o mal, nos corrigen y ayudan para dar lo mejor de nosotros mismos. Todas estas capacidades desarrolladas en la familia, este entrenamiento familiar, seguiremos ejercitándolo en el mundo laboral y en el ámbito social. Lo más valioso que tiene una sociedad es la familia porque en ella se construye el capital humano de un país.
La importancia de integrar la familia y el trabajo
Vivimos un ritmo de trabajo intenso, de jornadas laborales maratonianas, de falta de flexibilidad, de exigencias y presiones que repercuten en la salud física y mental de los trabajadores y en sus familias. Debemos tomar conciencia de este problema, primero siendo conscientes de la necesidad de integrar ambas realidades, y segundo, descubriendo al ámbito laboral que lo que pasa en la familia repercute en el trabajo. El estrés laboral genera conductas insalubres que influyen en las relaciones familiares y en la construcción de vínculos positivos para las personas.
El trabajo, que es algo connatural al ser humano, esta presente en todos los ámbitos de nuestra vida, tanto para conseguir un sustento como para contribuir al progreso social y al bien de toda la humanidad. Los ámbitos profesional y familiar se complementan: lo familiar se enriquece con la vida profesional y esta se llena de sentido e ilusión desde la perspectiva familiar.
Desde cualquier ámbito en que nos desenvolvemos hemos de priorizar las tareas que se derivan de nuestra condición de cónyuges, padres, amigos, compañeros de trabajo, etc. Fijarnos objetivos, metas, que nos ayuden a colocar en su sitio la multitud de quehaceres diarios conforme a nuestro ideal de vida y tratar de vivirlos con intensidad, sacándoles el mayor partido posible.
El equilibrio entre familia y trabajo requiere gestionar bien el tiempo, que es un recurso escaso. Debemos ser prácticos y planificar las diferentes tareas, así seremos flexibles y afrontaremos los imprevistos que surjan a lo largo del día. La organización laboral la podemos aplicar también a los asuntos familiares: fijar metas, estrategias, cometidos que se pueden delegar y comunicar con tiempo, etc.
La vida familiar y la profesional se sostienen mutuamente
Hoy día tenemos un reto fundamental que es dar a la familia el lugar central que le corresponde en la vida de las personas y en el mundo laboral. Actualmente existe una conciencia más viva de la libertad personal y una mayor atención a la calidad de las relaciones interpersonales en el matrimonio, en la promoción de la dignidad de la mujer, en la procreación responsable, en la educación de los hijos, en la responsabilidad de la construcción de una sociedad más justa, etc. A la vez existe una degradación de algunos valores fundamentales como una equivocada concepción teórico-práctica de la independencia de los cónyuges entre si, de la relación de autoridad entre padres e hijos, en las dificultades de la familia en la transmisión de los valores, en la plaga del divorcio y del aborto, etc.
Nos conviene valorizar las profesiones más estrechamente ligadas a los fines propios de la familia como los trabajos domésticos, educativos y asistenciales (enfermos, ancianos). Otros aspectos que dificultan el desarrollo y crecimiento normal de las familias son las condiciones laborales para evitar los salarios insuficientes, los horarios laborales, la incompatibilidad de las mujeres a la maternidad por su ejercicio profesional, la competitividad y la agresividad en el ámbito laboral, etc.
Si una sociedad no protege a la familia acelera su destrucción. Hay dos puntos capitales en la vida de los pueblos: las leyes sobre el matrimonio y las leyes sobre la enseñanza. Lo cierto es que sin la familia, la civilización degenera, se disgrega y se estanca. La calidad moral de una sociedad depende de la salud moral de sus familias.
Inés Llorente Martín
Máster en Matrimonio y Familia