Insultos, burlas o amenazas en las redes sociales. Uno de cada cuatro alumnos sufre acoso escolar grave en España, el cual puede desembocar en peleas, trastornos de salud mental o, incluso, en suicidios.
El acoso escolar es un fenómeno cada vez más frecuente en nuestro país. Entre un 5% y un 10% de estudiantes adolescentes (10-15 años) sufre bullying en España. A través de un estudio publicado en el British Medical Journal, que vincula el acoso escolar con el 30% de las depresiones adultas, los expertos trataron de concienciar sobre las secuelas de estos comportamientos.
¿Qué podemos hacer si nuestro hijo es víctima de acoso escolar?
Principalmente, debemos tener conocimiento de los distintos tipos de acoso. “El bullying y ciberbullying mantienen características idénticas, pero, respecto a la persistencia o repetición en el tiempo, el ciberacoso se convierte en algo que puede ser, además, permanente: veinticuatro horas al día, siete días a la semana, treinta días al mes…”, explica la Doctora Rosario Ortega-Ruiz, de la Universidad de Psicología de Córdoba. “En el caso del acoso mediante el móvil o Internet, los efectos son más devastadores, ya que la víctima no puede escapar de la situación ni siquiera cuando sale del centro escolar”, añade Fuensanta Cerezo Ramírez, Doctora en Psicología de la Universidad de Murcia y autora de Violencia en las Aulas, entre otras publicaciones.
Una vez que sabemos en qué consiste el acoso escolar, debemos informarnos sobre cómo detectarlo y, finalmente, cómo actuar ante él. Según Ortega-Ruiz, “los niños suelen comenzar con problemas de sueño o de alimentación, cambios de carácter, irascibilidad, se vuelven muy reservados y muy recelosos. En definitiva, presentan síntomas de ansiedad y miedo. Aun así, no es sencillo percibirlo, ya que, generalmente, tratarán de ocultarlo”.
Existen varios organismos a los que podemos recurrir: el propio centro, la AMPA, delegaciones, inspecciones, fundaciones…La Policía Nacional ha creado un email específico (seguridadescolar@policia.es) para denunciar este tipo de violencia en las aulas.
Paloma es madre de una niña de 7 años que sufre acoso escolar. “Todo comenzó el año pasado, me dijo que le pegaban y lo último fue una piedra en el ojo. Al principio no le di importancia, ya que son niños muy pequeños. Hablamos con la madre del acosador, pero responsabilizó únicamente al colegio. Me sentía culpable e impotente. Es cierto que al principio el colegio no tomó muchas medidas, por lo que decidí acudir a la Concejalía de Educación”.
¿Cómo evitar que mi hijo sea agresor?
Para Ortega-Ruiz existen factores de riesgo que pueden llevar a los jóvenes a adoptar dichos comportamientos, como “ser excesivamente mimados, haber contemplado y sufrido violencia en sus familias y/o recibido una crianza escasa en amor y protección”.
Cerezo Ramírez enumera algunas pistas para detectar a posibles agresores: “Agrede e intimida también a los hermanos pequeños, llora y/o se enfada mucho casi por nada, no tiene motivación por ir al colegio, habla de peleas en las que es el agresor o agresora. Insulta y amenaza con frecuencia, muestra un comportamiento desafiante y agresivo también con adultos…”
Testigos y ‘falsos espectadores’
Además de acosador y víctima, existe otro factor que debemos tener en cuenta: el acosador pasivo, aquel que observa o conoce la situación. Puede mantenerse al margen o bien animar al agresor, en muchos casos por miedo a convertirse en la víctima.
“Los ‘espectadores’ tienen mucha responsabilidad, el acoso es conocido por todos los compañeros, pero hay siempre un pequeño grupo que apoya al agresor, que le ríe al agresor lo que vende como bromas o gracias. Cuando tenemos buenas políticas anti-bullying los espectadores y otros implicados que apoyan al agresor, como el mencionado pasivo, que mira para otro lado, dejan de apoyar la violencia. Hay que enseñar en las aulas y en los centros a no apoyar la violencia, a no apoyar al chulito, a que los valores compartidos incluyan la solidaridad y el apoyo mutuo y no la rivalidad, la competencia y la chulería y prepotencia. Cuando los compañeros apoyan a la víctima y dejan de apoyar al agresor, el acoso termina. Es la clave”, advierte la psicóloga Ortega-Ruiz.
El colegio tiene una gran responsabilidad sobre la vida social en las aulas. Sin embargo, “según los propios alumnos, solo el 55,7% de los profesores interviene en los conflictos, pero la respuesta se dirige al agresor y suele consistir en imponer una sanción, la mayoría de las veces se limitan a abrir un expediente, expulsar de clase, o expulsar del colegio durante varios días. Como vemos, no se registra ninguna intervención que persiga la restitución ni la aplicación de acciones educativas y/o terapéuticas”, explica Cerezo Ramírez.
Por ello, ante una situación de acoso o ciberacoso, Ortega-Ruiz recomienda: “Si estamos próximos a la víctima, hablarle de que debe y puede salir de esa situación, luego ayudarle a que movilice recursos educativos, o incluso sociales y policiales, frente a lo que le está pasando. Afortunadamente, tenemos recursos públicos para ello. Contamos, a este respecto, con programas policiales extraordinariamente competentes para perseguir el bullying y ciberbullying”. Respecto a los compañeros, según Cerezo Ramírez, “no deben mirar para otro lado, sino comentarlo con sus amigos del grupo y apoyar al que está siendo acosado, prestando su cercanía y, a la vez, dejando sin apoyos a los agresores, de esta forma deja de ser un juego para convertirse en una responsabilidad social“.
En este sentido, Nora Kurtin, Fundadora de Sapos y Princesas, opina que “como padres debemos hablar del bullying a nuestros hijos y decirles que es tan responsable el que lo hace, como el que sostiene al grupo agresor. Tenemos que educarles en la responsabilidad del grupo. Tal vez así estemos educando niños más justos y menos agresivos. Recordemos que puede tocarnos a cualquiera, que nuestros hijos estén de un lado como del otro”.