Esta semana hemos asistido a la celebración del décimo aniversario de una conocida revista que trata los temas de familia desde todas las perspectivas. Bajo el título «El futuro de la familia en España», y con la intervención de personalidades de prestigio, se abordaron, sucintamente, los desafíos que hoy tiene la familia.
No es el momento ni el lugar para narrar todo lo que allí se dijo, pero sí para contar lo que no se dijo pero que subyacía en todas las intervenciones. Y es algo que, por implícito, pasa desapercibido, pero es la piedra angular de todos los problemas que hoy enfrenta la familia.
Se habló de los ataques sistemáticos que recibe la familia, ninguno casual, como la Ideología de Género, el ataque a la Patria Potestad, la falta de formación básica sobre qué es la familia, sus relaciones y un bastante largo etcétera. Como era lógico, surgieron las preguntas que podemos resumir en «¿Y qué se puede hacer para cambiar este estado de cosas?«, y aquí viene la reflexión sobre eso que falta y que no nos damos cuenta de que falta.
Y eso que nos falta es «el hogar». Hay muchas familias, pero pocos hogares. Y no es lo mismo. El hogar es el lugar de referencia de la familia, donde se reúne, se habla de los problemas de cada uno, se escucha, se ríe (o se llora, que también forma parte de la relación de familia), se expresan las preocupaciones, se atiende a las diversas formas de ver las cosas que tienen las distintas generaciones, se habla de lo que está bien y de lo que está mal, se aconseja, se corrige, se planea, se habla del sacrificio, se aprende a callar, se aprende a escuchar. Podíamos seguir, pero se puede resumir en un solo término: donde se aprende a ser persona, en todas sus dimensiones: física, emocional, intelectual y espiritual.
Y para «hacer hogar» solo hace falta una cosa: tiempo. Cantidad de tiempo. No «tiempo de calidad» que es una tontería común que algunos esgrimen para tratar de justificar o esconder que para ellos es más importante el trabajo que la familia. Mucho tiempo para atender a los hijos, que no te plantean problemas de 21:00 a 22:00, sino cuando se les ocurren, que suele ser «fuera del horario de atención al cliente».
Por tanto, el principal reto de la familia es detener la destrucción de hogares. Y eso sí está en nuestra mano y no necesitamos a nadie que nos diga cómo hacerlo: lo sabemos. Solo hay que querer. Combatamos al enemigo interior de la familia y luego ya nos ocuparemos el enemigo exterior, que lo hay, desde luego, y muy potente.
Busquemos tiempo, hagamos hogar y tendremos familias fuertes.