Si los defensores de la vida por apatía, desesperanza o cansancio renunciasen a mantener vivo el debate público sobre la derogación de la ley del aborto, este tema desaparecería de la vida política española probablemente para mucho tiempo. Si, por el contrario, los defensores de la vida son capaces de hacerse visibles una y otra vez ante la opinión pública, será posible antes o después que esta postura tenga claro reflejo en alguna mayoría parlamentaria.
Para mantener viva la defensa de la vida es importante no dejarse engañar por iniciativas colaterales que, siendo más o menos positivas, rehúyen afrontar el problema de fondo. La reforma legal anunciada por el Gobierno, para restablecer la intervención de los padres en el aborto de sus hijas menores de edad, no mejora para nada la protección de la vida del no nacido, aunque sí mejore la protección de las menores de edad, y por tanto no es una reforma en materia de aborto de verdad. Lo mismo sucede con el anunciado plan de familia: valórense como se valoren sus contenidos y previsiones, no afectarán para nada al hecho de que el aborto en España es libre y gratuito y a que siga existiendo una total desprotección del no nacido durante los primeros meses de su vida.
Las cifras de abortos del 2013 que acabamos de conocer demuestran que sigue habiendo en España un número absolutamente escandaloso de abortos y que, aunque ese número pueda disminuir un poco ese año, seguimos teniendo un inmenso drama humano inadmisible y frente al cual hay que actuar.
Por todas estas razones la anunciada manifestación Cada Vida Importa del próximo 14 de marzo tiene que volver a ser un importantísimo aldabonazo en defensa de la vida ante la opinión pública y la clase política. Es nuestra responsabilidad, de cada uno, conseguirlo.