Tras los últimos acontecimientos políticos de esta semana, todos ellos precipitados e inesperados, los que no nos sentimos representados en este parlamento podríamos preguntarnos, ¿y ahora qué?
Lógicamente no nos referiremos aquí a los acuerdos o desacuerdos que se avecinan, más los segundos que los primeros; nos referimos a lo que nos concierne en cuento a Familia, Vida y Educación.
Es fácil darse cuenta de que lo que hemos defendido siempre no es defendido por ninguna formación política. Unos por acción y otros por omisión, el caso es que nunca antes ha estado la familia tan atacada y tan minusvalorada, por más que esté en boca de todos, unos para colarnos sus «modelos de familia» y otros para hacerse perdonar lo que no cumplieron y estaba en sus programas. Nos quedan unos terceros, los del «no sabe no contesta», que nunca han tenido claro si defienden una cosa, la contraria o las dos a la vez.
Ante este panorama de fuerzas, no sería descabellado pensar que esto será ingobernable en casi todo, excepto en las posiciones más extremas contra la vida en la que todos parecen coincidir; algunos «huesos» tendrán que dar a sus bases para que parezca que hacen algo y para mantenerlas tranquilas.
El gobierno saliente se instalará en la oposición pero no la ejercerá, o no la ejercerá en lo fundamental. Durante años no ha dado importancia más que a la economía, abjurando de sus principios y despreciando a sus votantes. Ahora no podemos esperar que levante la bandera de la familia y de la vida, entre otras cosas porque se verá muy claro que dicha postura tendría un marcado cariz electoralista y, además, nadie le haría ni mucho ni poco caso: les ignorarán.
Y así las cosas, ¿qué podemos hacer? Pues lo que hemos hecho siempre: contar la realidad de las cosas, hablar de la verdad, defender a la familia, la vida y la educación allí donde sea atacada. Para ellos aumentaremos nuestra presencia en redes sociales y nuestra presencia en charlas y coloquios, para que nadie sienta que se encuentra solo y que somos mayoría, traicionada, pero mayoría, los que defendemos lo que de verdad es importante para las personas y la convivencia.
En definitiva, seguiremos hablando bien de las cosas buenas, aunque sea en susurros.