La llegada de las vacaciones de verano supone siempre un alivio para toda persona que, bien por su trabajo o por sus estudios, ha tenido un curso agitado. Sin embargo, aquellos que parecen siempre esperarlo con mayor ilusión son los niños, aquellos que se encuentran en periodo escolar. Para muchas la llegada de esta época supone en ocasiones una fuente de estrés importante que puede dar pie a la dejación de sus responsabilidades o a crear un ambiente donde reine la negatividad. En la mayoría de las ocasiones, para los padres supone un difícil ajuste el que sus hijos estén de vacaciones mientras ellos siguen con sus trabajos y, por supuesto, tanto como para los padres e incluso para la misma pareja, compartir un mayor tiempo juntos no siempre es fácil.
Es básico que los padres aúnen esfuerzos para hacer de las vacaciones de verano un espacio en donde se procure la formación y el crecimiento de los hijos. Partimos de la base de que el verano se puede vivir en familia, ya que esto favorece seguir fomentando los vínculos y permite evitar que las vacaciones se conviertan en un tiempo de dispersión (“cada cual por su lado”).
Algo muy importante para los padres es que tengan en cuenta que durante las vacaciones de verano se sigue manteniendo la función educadora, podrán hacerlo de otra manera, pero en la misma línea que han seguido durante el curso: fomentando la responsabilidad, la autonomía, el respeto por los límites o normas, así como procurar el empleo de algunas rutinas que colaboren a todo ello.
Es esencial también considerar en qué momento evolutivo se encuentra la familia, ya que no es lo mismo que haya niños pequeños, adolescentes o jóvenes. De acuerdo a esto, sí tenemos que valorar que cada uno puede tener su espacio para seguir desarrollando sus habilidades, momentos de ocio y diversión.
También es importante que la familia no se cierre en sí misma. Es bueno que la familia esté en contacto con otras familias que tengan hijos en edades similares de manera que se favorezcan las relaciones sociales con sus iguales. Es importante que se estimule a los hijos para relacionarse competentemente con el entorno físico y social que les rodea.
También es importante que durante el verano los hijos dediquen un tiempo a realizar algún tipo de tareas intelectuales, bien de repaso de lo aprendido durante el curso o para potenciarlas, por ejemplo aprendiendo o reforzando idiomas. Siempre debe verse como un suplemento al curso escolar y no como una continuidad de él, pues si algo es necesario para todos es el descanso. El verano es un tiempo propicio para ello y los padres también tienen que valorarlo y respetarlo. La base de la educación no radica en que los hijos hagan muchas cosas (activismo pedagógico).
Estas actividades de las que hablamos tienen que ir ligadas a sus gustos y aficiones favoritas. Es importante que los propios padres hablen con sus hijos de las actividades que les gustaría hacer durante el verano. Averiguar qué desean aprender, ver o hacer. Con esta información, los padres pueden presentar distintas opciones a sus hijos. Ante todo es imprescindible que a los hijos se les estimule de cara al exterior, evitar su aburrimiento o que empleen la mayor parte de su tiempo siendo personas pasivas delante de un televisor o un videojuego.
Desde luego, la actitud ante el verano puede transformarse si los padres ponen su empeño en convertirlo en un tiempo interesante, novedoso y alegre. Favoreciendo todo aquello que no han podido hacer durante el curso como son los juegos, adecuados a su edad, visitas o excursiones que favorezcan un verano en familia.
Artículo escrito por Mª del Carmen González Rivas, Psicóloga. Centro de atención Psicológica y Familiar Vínculos.