Vivimos ahora, y vivimos aquí. Son cosas que no elegimos. Y aquí y ahora tenemos que desarrollarnos, que hacer con el tiempo que tenemos lo que podamos, lo que elijamos.
En todas las épocas de la Historia han existido inhumanidades, injusticias, causas nobles por las que alzar la voz con valentía, por parte de las personas que, lejos de ideologías, buscan la Verdad, se guían por la Razón, tratan de aportar su granito de arena a la construcción de un mundo mejor.
Muchas de esas inhumanidades lograron superarse tras años, siglos de justas reivindicaciones. Pero, aunque parezca insólito, en pleno siglo XXI siguen existiendo profundas injusticias, ataques globalizados al ser humano, formas de discriminación que, disfrazadas de falso progreso (cuando en realidad constituyen una involución hacia la barbarie), se ven incluso con buenos ojos por parte de la población.
La más clamorosa de estas formas de discriminación colectiva es la que se refiere a la etapa del desarrollo vital del ser humano, sin distinción entre sexos, ya sean mujeres u hombres. En función de ideologías acientíficas (la vida humana comienza en la concepción, punto no cuestionable desde la evidencia científica), se promueve e incluso acepta que la erradicación de seres humanos indefensos sea una práctica habitual, dependiendo de en qué semana de vida (según criterios arbitrarios e infundados) se encuentre el ser humano en cuestión. El aborto es la gran tragedia inhumana de nuestra época.
Pero no únicamente. También al final de la vida humana se produce el mismo fenómeno discriminatorio, esta vez según el eje del estado de salud. El homicidio asistido, denominación exacta de la práctica de la eutanasia, se presenta como «solución» en diversos ordenamientos jurídicos a la realidad incómoda del sufrimiento, como si la vida y dignidad humanas sólo fuesen merecedoras de respeto bajo la condición de que todo vaya según ciertos parámetros de bienestar.
Aquí y ahora estamos. Aquí y ahora existen estás injusticias. Nuestra noble causa no es otra que la de exigir respeto y protección a la vida humana, sin peros ni condiciones. No queremos penas de muerte, no queremos que a nadie se le otorgue el falso derecho de acabar con la vida de otro ser humano, por mucho que dicho acto sea disfrazado de vacía benevolencia o de forma de protección de la salud.
El 27 de marzo saldremos a la calle de nuevo para volver, una vez más y todas las que haga falta, a clamar por una sociedad más humanas, por un mundo mejor. Por un progreso real.
Sí A La Vida.
Javier Rodriguez- Director del Foro de la Familia.