Según el diccionario de la RAE “espantada” significa: “Desistimiento súbito, ocasionado por el miedo”. Creo que es un término muy adecuado para referirse a lo que acaba de hacer Rajoy en materia de aborto, aunque no sea tan fácil saber a qué le tiene miedo el presidente del Gobierno. En buena ley, un presidente democrático debiera tenerle miedo a defraudar a sus votantes, pero en este circo de lo absurdo en que se está convirtiendo la política española parece que a Rajoy le dan miedo los que no le votan, mientras que no parece importarle tanto la indignación y frustración de quienes sí le han votado. Una diputada del PP justificaba hace unos días en una TV la “espantada” de Rajoy, diciendo que “no se puede gobernar contra la mitad de la población española”, afirmación a la que yo –presente en el debate- respondí diciendo que “Rajoy lo que ha decidido es gobernar contra la mitad de los españoles que le han votado”. EL País acaba de informarnos (edición del 3 de octubre) que según sus encuestas el 38% de los votantes del PP rechazan la “espantada” Rajoy; y si El País dice eso, seguro que son más aún.
La kafkiana situación creada por la traición de Rajoy a su programa electoral en cuestión tan esencial como el derecho a la vida, plantea una serie de cuestiones éticas a los militantes, votantes y cargos electos del PP y a los ciudadanos en general. A algunas de ellas me referiré a continuación, expresando opiniones que son fruto de una seria reflexión; pero que son, siempre, discutibles y opinables. Se trata de cuestiones que en los próximos meses ocuparán la conciencia de muchos de nosotros y por eso creo que merece la pena parar mientes en ellas y abrir una reflexión pública para coadyuvar a formar criterios firmes.
a) Primera cuestión: ¿qué deben hacer los peperos significados como provida?
Algunos ciudadanos se vuelven hacia los ministros y parlamentarios del PP conocidos por su convicciones provida exigiéndoles “que hagan algo” o, en concreto, que dimitan. Incluso algunos exaltados blogueros o columnistas digitales -asumiendo competencias canónicas que nadie les ha conferido y arrogándose irresponsablemente una portavocía de la comunidad eclesiástica que nadie les ha otorgado- amenazan a los peperos católicos con la excomunión y las penas del infierno si no dimiten de sus cargos.
Al respecto creo que deben tenerse en cuenta las siguientes consideraciones sobre los hechos, pues hacer juicios morales sin fijar bien la realidad sobre la que se opina es una imprudencia supina que puede llevar a cometer injusticias dignas de repulsa:
– por lo que sabemos, la decisión de mantener vigente la ley Aído la adoptó Mariano Rajoy Brey, un ciudadano concreto con DNI singular; y, por tanto, él es el responsable de la misma. Quienes le hayan asesorado, impulsado, convencido, amenazado…para adoptar esa decisión, tendrán la responsabilidad correspondiente a su cooperación o inducción.
– Pero no es una decisión ni del Gobierno, ni del PP, ni de los parlamentarios del PP. Los miembros del Gobierno, del PP y de los grupos parlamentarios del PP serán responsables de cómo reaccionen en el ámbito de sus competencias y capacidad de influencia frente a la decisión de D. Mariano, pero no les corresponde responder (hablo de ética, no de política) de una decisión que no han adoptado y de la que no han sido partícipes.
– Puede sorprender que sea posible que en una democracia constitucional sea posible algo así, que una sola persona -por muy presidente del Gobierno que sea- pueda decidir por sí mismo qué leyes se aprueban o no; pero parece que nuestro sistema partitocrático ha llegado a estos extremos.
Fijados los hechos, vamos a considerar la cuestión moral de qué deben hacer los peperos famosos e influyentes que son conocidos como provida y, si se quiere y de forma específica, los católicos: deben hacer lo que crean conveniente en conciencia (y ante Dios si son creyentes). Yo, como cristiano, no puedo arrogarme la competencia de dictarles cuales deben ser sus decisiones (dimitir o no, por ejemplo) pues sería tanto como arrogarme el derecho a anular su libertad y eso sería contrario a la doctrina en cuyo nombre estaría formulando ese juicio. Por el mismo motivo, no tengo derecho como creyente a decirle a nadie cuantos hijos debe tener o cómo debe vivir la pobreza o cuanto tiempo debe rezar al día. Cómo hace el bien un hermano en la fe lo decide él en conciencia y ante Dios; y yo debo respetar su decisión sin pretender convertir mi juicio personal práctico en regla moral de la conducta de los demás.
En paralelo, sí estoy legitimado para denunciar como escandalosa –en el sentido bíblico del término- la conducta de quien, manifestándose públicamente como creyente, manifiesta con sus actos u omisiones, con sus palabras o silencios, una adhesión explícita o implícita a una decisión objetivamente injusta en materia grave como es la defensa de la vida. Y esto es tan aplicable a quien apoya una ley o acto injusto como a quien pudiendo acabar con esa injusticia no lo hace.
Por eso, yo no les digo a los altos cargos del PP si deben dimitir o no, pero sí me permito decirles que tienen la obligación grave de expresar públicamente –si son provida- su apoyo a la vida y su rechazo a una decisión cuyo objeto es mantener una ley injusta cuando es posible derogarla o, a menos, disminuir el mal que supone. Lo contrario sería escandaloso. Y también les digo que tienen la grave responsabilidad de hacer lo que esté en sus manos para acabar con el aborto y las leyes permisivas del mismo y que se sepa públicamente que están en esta labor.
b) Segunda cuestión: ¿a quien hay que votar o a quien no se puede votar?
La “espantada” de Rajoy también ha dado lugar a juicios morales de algunos que dicen que un defensor de la vida –o un católico, en particular- ya no pueden votar al PP. No puedo compartir esta opinión, aunque yo he defendido y voy a seguir haciéndolo que no hay que votar al PP si no rectifica la “espantada”. Una cosa es un juicio y consejo prudencial que apela al raciocinio y libertad de quien lo escucha y otra muy distinta pretender imponer como obligatoria en conciencia, en nombre de la común fe o militancia provida, la propia opinión prudencial sobre qué conviene hacer a la hora de votar. Una vez más entra en juego el amor a la libertad de los que comparten nuestras convicciones morales y el respeto a sus decisiones en materias prudenciales y discutibles, como es la de a quién votar.
En Francia, Gran Bretaña y otros países de nuestro entorno hace muchos años que los católicos –por poner un ejemplo muy concreto- no cuentan con ningún partido significativo que encarne en sus programas la visión de las cosas de los católicos en temas como la defensa de la vida. Y no por ello los católicos tienen la obligación de abstenerse de votar en las elecciones; al menos no me consta que las competentes autoridades eclesiásticas de esos países hayan dicho lo contrario. No entiendo que los criterios morales sobre el voto de los católicos deban ser distintos al sur de los Pirineos que al norte de esa cordillera.
Yo, en nombre del Foro de la Familia, he dicho y mantengo que vamos a aconsejar no votar al PP si no se rectifica la “espantada” de Rajoy; pero no se me ocurre decir que quien no me haga caso no es provida o no es coherente con la fe que pueda compartir conmigo. Amo la vida y amo la libertad y pretendo ser consecuente con ambos amores y no estoy dispuesto a renunciar a ninguno de ellos.
Hay otras cuestiones de hondo calado moral que se están suscitando a raíz de la “espantada” de Rajoy (por ejemplo: ¿hay que promover un partido provida –o, incluso, cristiano, dicen algunos-?) Quizá otro día me ocupe de estas cuestiones. Sí tengo muy claro que después de la “espantada” de Rajoy, toca a la sociedad civil –o sea, a cada uno de nosotros- seguir asumiendo la responsabilidad de mantener vigente y visible la causa de la vida y trabajar por una sociedad en la que no haya abortos.
Como decimos los juristas cuando emitimos un dictamen: esta es mi opinión que someto a cualquier otra mejor fundada.
Benigno Blanco
Presidente del Foro de la Familia