La defensa de la vida, en una sociedad que se ha acostumbrado a la cultura de la muerte, exige esfuerzos generosos en todos los frentes: asistencial, cultural, educativo, legislativo, político, moral, religioso, etc. Y por ello se necesita gente capaz de trabajar con altura de miras y sin perseguir objetivos a corto plazo para provocar la verdadera revolución en las conciencias, para volverlas a todas provida.
El buen ejemplo dado por las organizaciones en defensa de la vida españolas, al diseñar en un clima de unidad, un gran acto anual en defensa de la vida con motivo de la celebración del Día Internacional de la Vida, es un signo de madurez y expresión de cómo la responsabilidad social en la defensa de la vida crece en España. Sería una pena que pequeños intereses egoístas o afanes absurdos de protagonismo frustrasen este paso adelante en la institucionalización del clamor provida en la sociedad española.
Confiamos en que la manifestación del 26 de marzo será un éxito y servirá de precedente para la continuidad histórica de la defensa de la vida en España.