El lunes 19 de marzo celebramos en España el Día del Padre, con motivo de la festividad de San José. Son muchas las razones por las que “merece la pena ser padre” -como bien dice el anuncio de la Lotería-, y son muchas más aún para reivindicar la paternidad, tengas hijos o no.
No vivimos tiempos family friendly debido a las corrientes de moda, que cada vez apuestan más por el gastar para uno mismo, por el viaja mucho y ahorra poco, por el sé libre y no te comprometas, el carpe diem y el collige virgo rosas. Y ya tendrás hijos (o no) cuando hayas alcanzado el éxito laboral, hayas exprimido la juventud con mucho placer y poca responsabilidad, tengas un piso comprado y goces de un control absoluto sobre todas las variables que se puedan dar en tu vida… Es decir, nunca. O, en el mejor de los casos, cuando por edad va a estar complicado (maldita biología, que a tantos molesta).
Por eso he empleado en el primer párrafo el término reivindicar, porque los estereotipos de padres jóvenes imperantes son negativos en su mayoría: jóvenes que por asumir “la carga” de sus hijos no pueden salir de fiesta, ni participar en despedidas de soltero de tres días, reprimidos y “aguantando” las consecuencias de ser padre. Y esto, comprenderán, que como padre joven me siento obligado a cambiarlo.
¿En qué momento hemos perdido el respeto y el aprecio a la figura paterna de esta manera? Todas las culturas de nuestros antepasados (con sus cosas malas y sus cosas buenas) valoraban mucho más la paternidad, hasta el punto de que, en el Derecho Romano, ya existía la figura del “buen padre de familia”, como ejemplo absoluto de diligencia y buena fe. No de reprimido amargado; sino de hombre responsable, capaz, maduro, honrado, consecuente y protector.
Esto es lo que los padres tenemos que decir, y nos tienen que oír: ser padre lleva consigo una felicidad infinitamente más real que cualquier autocapricho. Que el carpe diem lo podemos aplicar a la paternidad con mucho más sentido que a la soltería, porque disfrutar y educar a los niños con o sin energía vital y salud física es muy diferente. Que vivir para los demás en vez de para uno mismo es la clave de la Alegría con mayúsculas, y tener hijos te obliga a olvidarte de ti con toda la frecuencia. Además, aunque los hijos no nos pertenecen como si de una propiedad se tratara, sí es cierto que inconscientemente ayudan a la plena realización del hombre como hombre, al dar sentido de trascendencia a la propia existencia.
Ser padre es maravilloso, así ha de ser difundido y entendido, y la sociedad debe valorarlo aunque sea por el hecho de aportar a la misma un bien tan valioso como son los hijos, que dan al Estado mucho más de lo que reciben.
Los padres de hoy somos responsables por igual de nuestros hijos y de nuestra casa (lo que se entiende por corresponsabilidad), cocinamos, fregamos y vamos al pediatra, trabajamos fuera de casa pero jugamos y empleamos tiempo en educar a nuestros hijos. Y esto va de la mano de valorar y respetar la maternidad del mismo modo. No hay vida humana posible sin un padre ni una madre, y no hay sociedad próspera posible sin hijos, sin madres, sin padres. Celebremos nuestro día, somos padres, estamos aquí y tenemos algo que decir: #Papiaki.