Digan lo que digan nuestros políticos en campaña electoral, el Parlamento europeo no es la instancia decisiva para el gobierno de la Unión Europea como sucede en cada país con su parlamento. El gobierno real de la UE está en manos de los Gobiernos de los países miembros y, si se quiere concretar más, en las manos del Gobierno del país que en cada ciclo histórico lidera y articula al club de los más poderosos, hoy Alemania.
Sin embargo, el Parlamento europeo es muy importante no solo por sus competencias normativas y de control político, sino también –y sobre todo- por su aportación a la construcción de la cultura política que influye en cómo se gobierna no solo la propia UE sino también cada uno de los países miembros. El Parlamento europeo es uno de los más poderosos lobbys cultural e ideológico de los que operan en Europa y –a diferencia de lo que sucede con otros lobbys- en la definición de las ideas a defender por éste, todos podemos influir a través del voto en las elecciones europeas.
En el pasado reciente el Parlamento europeo se ha puesto reiteradamente y con monótona cadencia al servicio del seudoprogresismo laicista de género y su agenda política, pues en esta materia suelen confluir el conjunto de las izquierdas europeas más gran parte de las derecha francesa y británica (y algún acomplejado más), conformando así una mayoría ad hoc que está más allá de la clásica división entre derechas e izquierdas. Esta mayoría ad hoc ha sacado adelante una y otra vez –con perseverancia digna de mejor causa- informes y resoluciones que reclaman más aborto, “matrimonio homosexual” en todos los países, limitación de la libertad religiosa y de conciencia, imposición legal de la ideología de género y restricciones a la libertad religiosa y de educación. No importa que el Parlamento europeo y la propia UE carezcan de competencia en estas materias; se trata de bombardear a la opinión pública para conformar artificiales climas de opinión y “coaccionar” a los gobiernos y parlamentos nacionales con una presunta doctrina europea en estas materias.
Los lobbys de género y proaborto como la IPPF –generosamente subvencionados, además, por la propia UE- utilizan el Parlamento europeo como altavoz y portavoz para incidir en y generar debates de su interés en cada país miembro de la UE. Así, desde el Parlamento europeo se ha atacado a Polonia si se niega a legalizar el aborto libre y se atacará a España si aquí se plantea restringir el número de abortos; y se desatan campañas contra Hungría si este país opta por proteger en su Constitución la vida y el matrimonio; y se acosa a Irlanda para que legalice el aborto; y se censura una y otra vez a la Iglesia católica y al Vaticano usando disculpas de todo tipo (curas pederastas, desinformaciones barriobajeras sobre presuntas declaraciones papales o lo que toque); y se propone –una y otra vez, con cansina, pero eficaz, monotonía y cadencia- que todos los países europeos reconfiguren el matrimonio para incorporar a este concepto las parejas del mismo sexo y que se restrinja la objeción de conciencia de los médicos frente al aborto y otras técnicas que suprimen vidas de embriones y que se imponga el laicismo militante antirreligioso y resto de propuestas de la agenda política del seudoprogresismo laicista de género.
El próximo 25 de mayo elegimos un nuevo Parlamento europeo. En nuestras manos de ciudadanos europeos está aportar nuestro granito de arena –nuestro voto- a que el próximo Parlamento europeo siga siendo una pieza más del engranaje lobbysta de la ideología de género o un agente activo de la recuperación humanista de Europa.
Benigno Blanco
Presindente del Foro de la Familia
Mayo 2014